11/21/2021

Errores y consecuencias

La pandemia ha mostrado las limitaciones de los gobiernos, no sólo en México. Una realidad incómoda es que todos los gobiernos han fallado en sus políticas publicas. Claro, los fallos han ido desde las acciones criminales como en Brasil o México a los intentos serios por contener el virus, como en Nueva Zelanda. Pero hasta los casos de éxito han mostrado serios problemas, incluso ahora.
 
La pandemia ha mostrado, también, las limitaciones de la gente. En pleno siglo XXI hay quienes siguen creyendo en las curas mágicas o en los gobiernos benevolentes. Siguen sin entender instrucciones sencillas o no muestran capacidad para reaccionar ante los errores de los gobiernos. ¿Tal vez reaccionen cuando se los digan en Netflix?

De diferentes formas, todos hemos cometido errores durante la pandemia. No hay nada extraño en eso. A través de nuestras vidas acumulamos malas decisiones o actitudes. A veces el costo es significativo, incluso se llega a pagar con la vida. A veces son errores llevaderos. Aprendemos de esos errores para poder cometer nuevos.

Tal vez sea imposible ser completamente honestos respecto a los errores que comentemos. Es más sencillo o mejor ser benevolentes con nosotros. No sé. No soy psicólogo y no he revisado qué se ha escrito sobre el tema, pero sé que alguien que buscara ser completamente honesto y realista consigo mismo no lo podría ser. De una u otra forma no sería realista y no sería honesto.

A veces he tratado de ser lo más realista y honesto que pueda ser conmigo mismo. Me topo con el mismo error: preocuparme más por otras personas que por mi mismo. Dejé ir la oportunidad de estudiar el doctorado en la Universidad de Chicago, por lo que me quedé en la Universidad de Wisconsin-Madison, donde no tenía nadie con quien trabajar. Lo hice por amor a otra persona. Así que esa persona, cuando vio una mejor oportunidad para ella, simple y sencillamente la tomó y me quedé en donde no podía terminar el posgrado. Perdí mi oportunidad.

Esto no es algo nuevo. Empezó cuando a los 17 años dejé de insistir en que quería ser violinista, todo por evitar conflictos y pleitos. Dejé lo que más me apasionaba y lo que más deseaba. Encontré muchas explicaciones para ello, todas adecuadas para que la decisión que más odiaba fuera la mejor posible. Para eso sirvió terapia, para que se me ayudara en esa justificación. Si dejé lo que más quería ¿qué tiene de extraño el que dejara algo que me interesaba menos, todo por complacer a otra persona?

¿En realidad ha sido por complacer a otras personas, como primero mi padre y después a la persona con quien compartía mi vida en el posgrado? Es posible, pero también es posible a que en realidad no me dé cuenta que estoy vivo.

Es lógico asumir que la gente se da cuenta que está viva, pero ante todos los errores que se han cometido durante la pandemia empiezo a dudar si soy el único que no se da cuenta que está vivo. Es más sencillo caer en rutinas y tratar de cumplir expectativas que buscar aquello que nos interesa, en especial si eso requiere ir contracorriente. Es más sencillo ir con el fluir de las expectativas y, en el proceso, perder más de lo que se cree, incluso si se llega a ser exitoso. De otra manera, me cuesta trabajo entender a esas personas que son consideradas exitosas y que, sin embargo, no están satisfechas con sus vidas. Es más curioso cuando te confiesan que si pudieran tomarían decisiones diferentes a las que tomaron.

Llegué al punto en mi vida en que es inútil cambiar las consecuencias de las malas decisiones que tomé. A final de cuentas, decidí que era más importante la felicidad de otras personas que la mía. Ahora esas personas viven muy bien, se les considera exitosas. En mi caso no sé qué se piense, pero no dudo que se me vea como un fracaso, una promesa incumplida. No es de extrañar que no tenga empleo y que mis posibilidades para ello sean muy pequeñas.

No tiene sentido arrepentirse. Quitando la decisión de no ser violinista, las demás fueron tomadas con gusto, aunque me pesaran algo, como el no ir a Chicago. Pero ¿puedo saber que hubiera terminado mejor? No. Tal vez hubiera sido una peor situación. O tal vez hubiera sido un académico como otros tantos, con trabajo y sin una satisfacción a pesar de ello. Puedo imaginar todos los escenarios posibles, sin que por ello pueda tener alguna certidumbre sobre cómo hubiera sido mi vida como violinista o como académico. Sólo puedo saber, dentro de mis posibilidades, lo que es y ha sido esta vida gris y con poca alegría. Algo así como algunos gobiernos, no sólo en México.

1 comentario:

Unknown dijo...

Tienes razón a veces nos preocupamos por los demàs. Pero sirve como experiencia de evitar en volver a caer en lo mismo. Y nunca hay que esperar algo de nadia, por que en un momento nis van fallar. Como seres humanis tenemos fallas. Ser esforzado y valente sacude tus pues y sugue tu camino. Es algo que aprendí en la biblua.