9/11/2020

Un recuerdo sobre septiembre 11 de 2001

Vivía en Madison, WI, cuando ocurrieron los ataques. Era martes. Clima muy bello para una buena caminata rumbo al trabajo.

Debía dar una clase de estadística a las 1100, así que para las 0700 ya estaba en la biblioteca, Memorial Library, revisando mis correos antes de repasar lo que se cubriría en clase. Me llamó la atención que llegara un correo urgente del New York Times. Era sobre un avión que se había estrellado contra una de las Torres Gemelas. No decía mucho, así que asumí era una avioneta o un avión pequeño. Ya había pasado algo similar hacía décadas. Un B-29 se había estrellado contra el Empire State Building en julio de 1945. ¿Habría neblina en Nueva York? ¿Mal tiempo? ¿Sería como el piloto de Airport '75, a quien le había dado un paro cardiaco y se había estrellado contra el edificio y no contra otro avión? ¿Regresarían las películas de tragedias de los setenta? Era demasiado temprano como para no dejar volar la imaginación. No le di mayor importancia, así que seguí revisando los correos, principalmente de estudiantes con dudas. 

Cuando llegó el segundo mensaje sobre otro avión que también se había estrellado asumí, como buen paranoico, que era un ataque. Simple y sencillamente no era creíble que dos aviones se estrellaran contra edificios más que visibles. Era poco probable que dos aviones y el sistema de control aéreo hubieran fallado de esa manera. Voltee a mi alrededor y nadie parecía saber sobre lo que sucedía. 

Contacté a una persona muy importante para mi en ese momento, quien vivía en Baltimore, MD. Le escribí por email sobre lo que sucedía y mis temores. Antes de los celulares no era tan sencillo contactar a otra persona si no tenías un teléfono fijo a mano. El email era muy rápido en comparación, siempre y cuando la persona estuviera conectada y revisara sus correos.

La respuesta fue lo que debía haber esperado: tú y tus exageraciones. No dejó de ser divertido cuando me llegó otro mensaje de la misma persona. Ahora era con miedo. ¿No que exageraba? Imagino la escena. Prende la TV y ve en vivo las fotos que empezaban a aparecer en varios medios de comunicación. Y claro, empezaban los reportes que hacían pensar en algo más complicado que sólo dos aviones estrellándose contra dos edificios. A final de cuentas, ese era el distrito financiero y los dos edificios eran un símbolo del poderío del país. Para el final del día ya se hablaba de una guerra contra Estados Unidos por parte de Al Queda. O es lo que recuerdo. Hay mucho que después de la claridad de esa mañana pasa a ser una confusión.

La pregunta obligatoria de esa persona llegó en un segundo email: ¿Qué estaba pasando? ¡Como si pudiera responder! Esto era un tema de seguridad nacional si en efecto había llegado a realizarse un ataque. Cabía suponer que lo era, como ya le había planteado. Había una falla muy grande de inteligencia o alguien había sido muy bueno en el engaño. Pero ¿era terrorismo doméstico a gran escala, como el de Timothy McVeigh en Oklahoma en abril de 1995, o era algo a nivel internacional? No podría saber más, así que era irrelevante lo que pudiera pensar al respecto más allá de lo que había causado crítica en un primer momento. Además, cuando no se sabe algo es mejor callar. Ya bastante habría de especulación entre las cabecitas parlantes de los medios de comunicación.

Decidí ya no responder. A veces un pequeño detalle, como ese primer correo, hace que te cuestiones si realmente te importa tanto la persona como lo habías creído hasta ese momento. Me di cuenta que no. En medio de lo que empezaba a ser una tragedia, una que no se podría haber pronosticado en ese momento, pensaba en lo sencillo que es el autoengaño y cómo lo personal es más importante que algo como lo que estaba ocurriendo a nivel nacional y seguramente internacional. ¿Había dejado la oportunidad de ir a estudiar a la University of Chicago por esa persona? ¿Me había quedado en Madison, lugar que no me interesaba porque no podía hacer lo que había querido hacer en el doctorado, por una persona que se había ido a vivir a otra ciudad y para quien cada día era una molestia peor? Así que salí a caminar. Me dirigí al Wisconsin Union, a unos metros de la biblioteca. Mientras caminaba me fijaba lo más que podía en las otras personas que ya iban hacia Bascom Hill para tomar clases. No parecían haberse enterado.

Antes de llegar al Union decidí regresar a la biblioteca. Entonces vi a algunas personas discutiendo. Una de ellas se puso de rodillas. Se agarró el cabello en desesperación. Nada más. No era usual ver en esa parte de Estados Unidos alguien que se expresara en público en forma tan expresiva. Hay mucho de estoicismo en el Midwest ("the real Americans", como me dijo alguien de Minnesota). Los otros guardaban silencio. Era desesperación muda. Imaginé ya se habían enterado. Así que regresé a revisar lo que apareciera en la computadora. Pasé algunas horas viendo lo que sucedía en Manhattan. El viaje que tenía planeado para diciembre tendría que esperar. Del silencio inicial se había pasado a comentarios entre las personas en la sala.

Llegó la hora de dirigirme a North Hall para después ir a Bascom Hall, donde daba la clase. El ambiente era muy diferente. Se veía miedo y confusión, aunque también lo usual. Pasaba y no algo diferente. En North Hall me topé con alumnas y alumnos. Les dije que cancelaba la clase por la situación. Me topé con otro estudiante de posgrado, originario de Nueva York, del Bronx. Estaba muy tranquilo. Comentaba que era de esperar que algo así por fin hubiera ocurrido. "Nos lo hemos buscado por décadas". No dejó de ser interesante ver que otros estudiantes lo miraran con enojo o con expresión de horror por lo que decía. Era curioso que esas personas que se decían de izquierda crítica, algo que caracterizaba a ese departamento de ciencia política, no pudieran creer que alguien no encontrara extraño que se cobrara factura al imperio.

Regresé a mi apartamento y prendí la TV. Para ese momento era una confusión. La apagué, me cambié de ropa para ir a correr y salí hacia el Olin Park. Al terminar de correr me senté bajo un árbol, como solía hacer. Así podría ver el lago y el Capitolio, un edificio realmente bello, al tiempo que me olvidaba de lo que estaba sucediendo. Cuando me dio hambre salí de mis reflexiones, las que me llevarían a perder todo interés por la academia y mi tesis de doctorado. A veces me pregunto cómo hubiera sido mi vida si me hubiera titulado y conseguido un trabajo en Estados Unidos. ¿Sería feliz? ¿Me hubiera casado eventualmente? ¿O hubiera vivido más aislado de lo que vivo ahora? ¿Hubiera terminado trabajando en el Cato Institute, hubiera regresado a trabajar a alguna universidad en México o hubiera terminado en un manicomio, para efectos prácticos lo mismo? No importa, aunque a veces me surgen esas dudas.

Más allá de eso no recuerdo mucho de lo que sucedió después. Hay varios días posteriores a los ataques que son poco claros o inexistentes, por decirlo así. Incluso cuando se reanudaron las clases hay mucho que no parece real. Perdí mi cuaderno de notas, así que no tengo referencia personal que sea un poco más confiable sobre lo que pensaba o vivía en esos momentos. Sólo hay dos recuerdos muy claros. Por una parte, el silencio tan extraño que se vivía y el temor. Si se volteaba al cielo no se veía una sola estela de aviones. El cielo era totalmente azul. Por otra parte, los rumores y los "análisis" estaban a la orden del día, como ese que me comentó un estudiante que pertenecía a los Marines: los estudiantes palestinos en los dormitorios seguían celebrando el ataque. Por más que traté de corroborar eso no encontré evidencia alguna de que hubiera pasado o pasara algo así. 

A pesar de los múltiples "análisis", había preguntas que sería necesario considerar. Algo muy extraño era que lo que sucedía en Washington, D.C., parecía ser algo que ocurría en otro país. A pesar de ello, las preocupaciones parecían centrarse en tres preguntas. ¿Qué sabían en la Casa Blanca sobre la posibilidad de un ataque en Estados Unidos? ¿Qué se planeaba en el Pentágono y qué recomendaban los Joint Chiefs of Staff? ¿Por qué Bush no reaccionaba?

Por fin vino la visita a Nueva York por parte de Bush, y su discurso en los restos de las Torres Gemelas. Me emocionó su actitud y discurso. Me emocionó saber que habría una respuesta.

Me emocionó más la foto de los bomberos y la bandera. Junto con la de Bush, pasaron a ser representativas de ese momento.

Pareció un momento ideal en la historia de ese país. La gente se unía alrededor del presidente, quien daba tranquilidad y seguridad. Ya no era un bumbling fool, sino alguien que podría llegar a ser un estadista. Hasta pensé en unirme al ejército y hacer algo que me hubiera gustado ser, militar. No lo hice. ¿Cobardía? ¿Indecisión? Las dos y reflexión como no había hecho en mi vida hasta ese momento. Al igual que muchas otras personas en esa época, aprendí acerca de mí más allá de lo que se vivía externamente. Terminé cuestionando más de lo que hubiera esperado. Años después vi cuánto había cambiado a partir de ese día de septiembre.

Pasaron semanas y meses. Hubo audiencias e investigaciones, clamores al cielo por exigir justicia por los miles de personas asesinadas en los edificios, víctimas inocentes como se les llamó. Era otro día de infamia, como ese en diciembre 7 de 1942. Habían atacado el Pentágono. Pasajeros del vuelo 93 de United había actuado en forma heroica sobre Pennsylvania. Pagarían los criminales. La irracionalidad empezó a ser parte del proceso.

Habría una respuesta. Y la hubo. Recuerdo la transmisión en vivo desde la Casa Blanca, con Bush anunciando el inicio de hostilidades contra Sadam Hussein. Para ese momento ya quedaba claro que había mucho que era difícil de entender. Algunos elementos eran triviales, aunque significativos, como eso de que las French fries pasaran a ser freedom fries por la falta de apoyo de Francia a los planes de invadir Iraq o la claridad de la narrativa en que se encontraba todo lo necesario para saber quiénes eran los culpables. ¿La narrativa reflejaba lo real o buscaba crear algo que se asumiera real? Lo interesante es que incluso ahora hay lagunas en la narrativa y en varios "hechos", como pilotos inexpertos que pilotearon aviones sofisticados en formas que hasta los profesionales encuentran difícil de hacer. ¿Importa ahora que es un fait acompli?

Del anuncio se pasó a las horas de transmisiones en vivo esperando el ataque. Había cámaras en Bagdad. ¡Vaya espectáculo! Hasta que ocurrió el primer ataque. Esa emoción inicial, de la que ahora siento cierta vergüenza, pasó a decepción. ¿En qué sería diferente el mundo si caía Hussein? ¿Era una guerra justa o era otra de tantas guerras sin sentido alguno? ¿Se lograría mayor estabilidad o mayor inestabilidad? "We'll smoke 'em out of their holes!" empezaba a sonar como el acto de un bully, no de un actor racional o un posible estadista. Creepy Cheney sonreía más. En esos días fue que me enteré que el vicepresidente había sido estudiante de posgrado en ciencia política en Madison. Como sea, era el preámbulo a justificar lo que fuera como parte de un proceso justo y necesario. ¿Sería cierto lo que se comentaba sobre Bush y Blair, que como cristianos convencidos veían esta situación como parte de lo que llevaría a la realización de las promesas del Apocalipsis, algo sobre lo que había especulado el arzobispo de Canterbury? Hasta en política se pueden creer muchas tonterías. Es sencillo corroborar eso con las declaraciones desde Palacio Nacional.

Ahora sabemos que la guerra fue resultado de evidencia falsa, de un proceso de toma de decisiones en que se ajustó la evidencia a la decisión que ya había sido tomada, del deseo de los Neocons de imponer la democracia en esa parte del mundo (la realización de uno de tantos proyectos del New American Century, ahora un recuerdo), que había interés en controlar el petróleo (aunque no sólo eso, como hasta el mismo Alan Greenspan terminó admitiendo). ¿Qué pasó con Richard Perle, Dick Cheney, Carl Rove, Douglas Feith, Paul Wolfowitz, Richard Armitage o Donald Rumsfled? ¿Su herencia es Trump y el "estado policiaco" que se cree mejor caracteriza a la democracia que devino en plutocracia? Es curioso pensar que algunas personas prominentes ahora no tuvieron empacho en apoyar esas ideas y esa guerra, como cierto senador que se ve al lado extremo derecho.

Lo que había parecido una presidencia de cuatro años terminó siendo una de ocho años gracias a los ataques que se conmemoran en este día. El aparato policial del gobierno de ese país creció significativamente con el Department of Homeland Security (una oficina de la Casa Blanca creada diez días después de los ataques y que pasó a ser una burocracia completa en noviembre de 2002 por insistencia del Congreso, a pesar de las dudas y desacuerdo por parte de Bush). Pensar que se abandonó la idea de incluir Fatherland en el nombre (¿por la novela de Robert Harris?). Lo que Bush inició lo continuó Obama, tan idealizado, y no lo ha detenido Trump a pesar de sus promesas. Quien gane la presidencia en noviembre no va a poder cambiar rumbo en forma sencilla o rápida, asumiendo lo quiera hacer. A los errores que iniciaron en un día de 2001 se añaden los que se han cometido después, incluyendo una situación muy preocupante ahora con China.

Estados Unidos cambió en varias formas gracias a ese evento, o tal vez se consolidó lo que no había sido posible hacer sin una razón que lo justificara. Al principio no se notó con tanta claridad porque los primeros afectados fueron los estudiantes y académicos extranjeros. En el Departamento de Química en Madison, por ejemplo, tuvo que suspender sus estudios un alumno sirio que era una gran promesa. Me lo comentó uno de los profesores. ¿El problema? Ser sirio y estudiar química. Así que de regreso a su país. Un profesor alemán, casado con una ciudadana estadounidense y con dos hijos, recibió carta de que tenía dos semanas para abandonar el país. ¿La razón? Que así había sido decidido por alguien en Inmigración. La decisión no era apelable. Se tuvieron que rechazar solicitudes de ingreso a la universidad porque tenía la nacionalidad equivocada. Hubo casos de personas que simple y sencillamente fueron arrestadas por personal vestido de civil, subidas a transportes y expulsadas del país. Lo que había ocurrido poco a poco desde la "revolución" de Newt Gingrich y el 104 Congreso, gracias a la elección de 1994, se hacía una realidad en forma más generalizada, una que poco a poco se ha extendido para abarcar a la ciudadanía misma, como se ha podido ver con más claridad en este año. No se tomó en serio el Contract with America en cuanto a sus implicaciones o lo que decían sus evangelistas, como Rush Limbaugh, ni se tomó en serio la posibilidad de que en nombre de la democracia se justificaran decisiones ilegales. No se aprendió de la época de Joe McCarthy, una que Charles O. Jones nos describió como de miedo porque la gente simple y sencillamente desaparecía. Cuesta trabajo creer que alguien que estuvo en el frente del Pacífico en la Segunda Guerra Mundial hablara de miedo en una situación sin guerra.

Algo que noté después de los ataques fue que dar clases pasó de ser algo a veces enervante a ser un reto francamente desagradable. El que un extranjero les enseñara The American Presidency era demasiado para algunas personas. ¿Quién era para criticar a Bush? ¿Cómo me atrevía a poner en duda lo que se hacía para hacer a Estados Unidos un país más seguro? Curiosamente, fue la época en que Alex Jones y Steve Bannon empezaron a ser escuchados con atención pues hablaban de un gobierno que mentía y no representaba a la gente promedio del país. Muchas de las personas que estudiaban ciencia política los escuchaban con atención,cuando no con devoción. Pero había una duda que realmente torturaba a muchas personas. ¿Por qué la gente odiaba a Estados Unidos? Era curioso que pudieran aceptar que ese gobierno podía abusar de sus poderes y que al mismo tiempo no pudieran relacionar las acciones internacionales de ese gobierno como representante del país. Pensé que ayudaría darles un repaso de lo que hacían los imperios, y en particular ese que insistían en llamar democracia y en que los Founding Fathers habían advertido sobre no inmiscuirse en la política mundial. No les gustó.

Les hablé de Tucídides. Había sido el primero en notar que, en una situación de poder entre desiguales, las democracias eran lo mismo que las dictaduras. Quien tiene poder en una relación entre desiguales no recurre a la justicia, algo a lo que se puede recurrir sólo en una relación entre iguales. Entre desiguales se usa y se ejerce el poder. Lo demás son "daños colaterales". Eso era inaceptable porque Estados Unidos era el país de las "buenas guerras", como había ocurrido contra Hitler. ¿Y el que se cediera a millones de personas a la locura de Stalin? ¿El desmembramiento de Polonia y la represión? Eso no era culpa de Roosevelt, sino de Stalin, ¿cierto? ¿Y los bombardeos permanentes sobre Japón y las bombas atómicas? Una decisión necesaria. ¿Y la represión en varias naciones en que se peleaba una guerra de proxy, la Guerra Fría? Todo era en nombre de las libertades. No ayudaba mencionar lo que había llevado al otro septiembre 11, pero de 1973, gracias a la mancuerna Nixon/Kissinger, admiradores de Luis Echeverría Álvarez, y a los errores de un presidente que creyó que ganar por una pluralida le permitía actuar como si hubiera ganado la totalidad del voto. No era digerible o aceptable lo que se había hecho como imperio pues todo era en nombre de la libertad y la democracia. Por fin entendí a Chomsky: es terrible lo que se hace en Estados Unidos, pero jamás se le debe abandonar porque es un gran país.

En parte se podía entender esa actitud defensiva, en especial por parte de gente joven, idealista de una manera u otra. No podía lvidar, sin embargo, que para esa época ya se sabía mucho que ponía en duda las buenas intenciones de quienes controlaban algunos hilos de la política desde el gobierno nacional, como el apoyo y rescate de Nazis para que trabajaran en el gobierno para reducir el peligro que representaba la URSS o las relaciones entre Prescott Bush, abuelo del entonces presidente, con el régimen Nazi. El clan Kennedy también había mostrado esas simpatías, y no sólo por parte del líder del clan sino del propio presidente, como se supo por una entrada en un diario personal. En realidad, era poco lo que se podía decir que no terminara siendo visto como una agresión o un ataque a la gran democracia. ¿Democracia para quién?

No había mucho que decir. Cuando se llega a una situación así es mejor aceptar el silencio, cuando no la derrota. Y todo por lo que había ocurrido esa mañana de septiembre y que no hubiera imaginado llevaría a tantos cambios a los que se ha acostumbrado la gente en ese país. ¿Fue un parteaguas en la historia? Es demasiado pronto para saberlo, pero pensaría que lo fue al menos para ese país. La sociedad abierta empezó a cerrarse, a ser menos tolerante con el desacuerdo y la crítica, al tiempo que los dos partidos políticos empezaron a alejarse cada vez más. "Make America Great Again" empezó en ese momento. O eso es lo que considero, dado lo que viví antes y después de los ataques. El tipo de gobierno afecta el tipo de políticas que son aceptables. Los cambios que se hicieron al gobierno después de los ataques hizo que los temores de los antifederalistas, y las dudas mismas de Hamilton y Madison, pasaran a ser realidades.

Regresé a México en 2004. Evité, así, vivir algunos de los peores momentos de Bush/Cheney. Viví acá la emoción con amistades de ese país cuando Obama ganó la presidencia en 2008. ¿El resultado? Lo que empezó a verse con claridad en 2001 ya era un hecho para ese momento, aunque se tratara de negar, y se corroboró en los ocho años de esa presidencia. En parte, eso es lo que ha explotado con Trump. Fue una pena haber conocido a Estados Unidos como realmente es y no como lo imaginé a partir de la búsqueda de realizar sus ideales. Al menos sé que ese día me cambió como persona. Quedaron atrás los días de admiración y optimismo.

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