6/16/2022

Consideraciones sobre el análisis político: II. El aborto en el país de los libres

Consideraciones sobre el análisis político

II. El aborto en el país de los libres

Armando Palacios-Sommer


"Todos estamos tentados a caer en la idiotez política buena parte del tiempo."

John Dunn


I. ¿Por qué este tema?

Es sencillo enunciar los principios del análisis político. Debemos empezar por gente que tiene preferencias (sabe lo que le gusta y lo que no, puede ordenar sus preferencias) y que desea lograr ciertos objetivos. Busca los mejores medios para lograrlo, lo que lo lleva a considerar los recursos con los que cuenta (dinero, tiempo, popularidad, apoyo, la ley) para lograr esos objetivos. Se enfrenta a la restricción de tener que escoger lo que puede hacer y no lo que quisiera hacer. Asimismo, debe atenerse a las reglas del juego para poder lograr esos objetivos, que es tanto respetar las leyes como las normas o, en tal caso, buscar las formas de evitar estar bajo el control de esas leyes o de esas normas. Al mismo tiempo, no puede ignorar que las decisiones son interdependientes, es decir, que debe tomar en consideración que otros individuos tienen preferencias y objetivos que desean alcanzar. Enfrenta juegos en que puede cooperar o en que puede entrar en conflicto con otros individuos, sea como consecuencia de las reglas del juego o porque existen objetivos incompatibles entre individuos y competencia entre los mismos. Existe la pequeña y a veces molesta realidad que lo que podemos hacer es una fracción pequeña de lo que deseamos hacer, siendo que en parte lo posible depende de lo que se establezca en las reglas del juego y en parte depende de lo que hagan otros individuos sobre quienes no tenemos control o, si lo tenemos, rara vez sea completo.

Tomado de: https://www.hawaiibusiness.com/5-steps-to-turn-conflict-into-cooperation/

En cuanto a las reglas del juego, no se puede asumir que sean necesariamente neutras. Hay ganadores y perdedores gracias a ellas. Pueden existir sesgos a favor de quienes ganan, sin que tenga que ser el caso que los perdedores tengan por qué serlo en forma permanente. Esto plantea varios interrogantes. Aunque queda claro por qué son importantes esas reglas (la teoría del contrato social se ha encargado de dar parte de las respuestas), no queda claro cómo es que se les respeta y cuando es que se da el paso de respetarlas a ignorarlas o cuando es necesario ignorarlas en nombre de mantenerlas vivas. ¿Cómo es que se les respeta? ¿Por qué no siempre es necesario que haya alguien especializado en hacer que se cumplan, es decir, por qué los individuos las cumplen sin más, sin necesidad de alguien que vigile que se les está dando cumplimiento? ¿Qué incentivos tenemos a respetar esas reglas? ¿Por qué se generan debates en torno a esas reglas y por qué hay al menos dos grupos que están en lados opuestos, aunque no necesariamente separados por un abismo, en cuanto a cómo interpretar esas reglas y hasta qué punto deben respetarlas y acatarlas? ¿Hasta qué punto las reglas resuelven problemas y hasta qué punto son la causa de problemas?

En cuanto a los individuos, las restricciones que enfrentan varían acorde a la posición que ocupan en las relaciones con otros individuos. Para simplificar sólo consideraré a quienes ocupan las llamadas posiciones de poder, que puede ir desde presidente, líder en el Congreso o ministro presidente en la Suprema Corte hasta jefe de departamento. Un individuo en esta situación, lo que incluye a dictadores, no puede decidir o hacer lo quiera. No sólo está limitado por las leyes. También está limitado por otros individuos con quienes está en una situación de cooperación y de conflicto, sea dentro del gobierno o con individuos fuera del mismo. Hay decisiones, tal vez la mayoría, que quedan fuera de su control no sólo por las limitaciones que imponen las reglas del juego, sino porque no puede tener control completo sobre esos individuos. El problema más sencillo es que no puede observar lo que están haciendo quienes jerárquicamente están por abajo suyo. Debe, asimismo, decidir si acatar o no lo que esos individuos desean, lo que esperan o asumen que debe hacer quien ocupa la posición de liderazgo para así poder mantenerse en esa posición. Ello limita lo que pueda hacer porque depende que sea aceptable para sus seguidores. A veces se deja de lado que los seguidores también cuentan con sus propios recursos. La participación de tantos agentes con sus propias agendas y poderes por abajo de quienes son sus líderes a veces les da la capacidad de veto, como lo llamara George Tsebelis (ver 2006). Es por ello que, si esos individuos en apariencia menores llegan a resolver problemas de coordinación y de acción colectiva, pueden doblegar hasta al individuo más poderoso -- sin tener que recurrir a esas visiones decimonónicas de revoluciones o cambios sociales absolutos --. Hay ocasiones en que ignorar las preferencias de los seguidores puede ser demasiado costoso. En otras palabras, los líderes no pueden ignorar los límites que le imponen los seguidores.

Esta situación plantea otro tipo de preguntas. Si es el caso que un líder debe considerar lo que estén dispuestos a hacer sus seguidores, que la ley no le permita ejercer toda su autoridad porque en parte depende de sus seguidores, ¿en qué momento un líder toma las decisiones que desea y en qué momento toma las decisiones que le imponen sus seguidores? Al menos debería considerarse que un líder consulta con sus asesores, incluso si sea para ignorarlos, lo que plantea la pregunta de cuándo es una decisión meramente lo que haya preferido ese líder. ¿Cuándo un líder o individuos en posición de liderazgo deben acatar las preferencias de otros individuos y cuando deben ignorarlas, incluso a riesgo de entrar en un conflicto abierto? ¿Qué tanto las leyes o las normas pueden escudar a esos individuos en posiciones de liderazgo y qué tanto esas leyes o esas normas los dejan expuestos ante los seguidores?

No es posible considerar una respuesta a todas estas preguntas. Sí es posible dar una respuesta general al considerar un caso que indique la relevancia de las reglas del juego, los problemas mismos que crean esas reglas y la cohesión o las divisiones mismas que existan entre los seguidores, dentro o fuera del gobierno. Es por ello que, de todos los problemas que se pueden considerar para ejemplificar lo que sea un análisis político, centro la atención en uno que ocurre en Estados Unidos, en particular en el caso del aborto, porque es precisamente en ese país en que se respetan las reglas del juego más que en otros países y porque esas reglas son, en ocasiones, lo que causan y explican los problemas. Sin embargo, existe la percepción de lo que es ese país, una que sesga lo que se cree y busca entender independientemente del tema que se considere. De ahí el reto por separar lo que se cree de lo que es y de ahí que sea interesante analizar algo sencillo y complejo a la vez. Asimismo, está el problema de cómo ese tema en particular se relaciona con otros temas, creando juegos de mayor complejidad que no sólo dependen de lo que ocurra en el momento que se lleva a cabo el análisis, sino que dependen de una historia previa que abre algunas oportunidades y cierra otras. A final de cuentas, lo importante es entender qué nos dice esa interacción entre las reglas del juego y las acciones de agentes con intenciones, objetivos y recursos. Ello es parte de lo que explica los acontecimientos que nos interesan.

 

II. La Constitución y las reglas del juego: una visión general para el caso de Estados Unidos

El centrar la atención en Estados Unidos y la relevancia de las reglas del juego se debe a una apuesta de los llamados Founding Fathers: George Washington (1732-99), Alexander Hamilton (1755/57-1804), James Madison (1751-1836), John Jay (1745-1829), Thomas Jefferson (1743-1826), John Adams (1735-1826) y Benjamin Franklin (1706-90). La apuesta ocurrió a finales de la década del ochenta del siglo XVIII, poco antes que ocurriera otra revolución que dejaría el modelo de lo que es una revolución y una insistencia francamente extraña en cuanto a lo que es la "izquierda" y lo que es la "derecha".

El problema que enfrentaban esos siete individuos era claro. El gobierno central creado por los Articles of Confederation, la primera Constitución ratificada en 1781 (disponible en: https://www.archives.gov/milestone-documents/articles-of-confederation), no estaba resolviendo problemas (ver Jensen 1976). Ya habían pasado algunos años desde la declaración de independencia y la suspensión de hostilidades en 1782. El tratado de paz había sido firmado en 1783 en París. A pesar de esos cambios, no se salía de una situación que a veces se acercaba peligrosamente a la anarquía. La inseguridad aumentaba cada día. La Shays Rebellion en Massachusetts (1786-87), debido a problemas causados para la ciudadanía por deudas y los intentos del gobierno estatal por cobrar esas deudas, fueron uno de los últimos acontecimientos que mostraron la necesidad de reformar al gobierno nacional (aunque se debate si ello fue una de las consideraciones principales para la nueva Constitución). Asimismo, estaba el problema de las acciones que cada estado llevaba a cabo en su beneficio, en contra de otros estados y del país. La falta de un gobierno central fuerte estaba llevando al país a su disolución, o era lo que se temía.

Washington y asociados no dudaban en cuanto a la necesidad de un gobierno nacional fuerte, sin que por ello quedara claro cómo resolver el problema. Hasta cierto punto, se puede decir que todavía no queda claro del todo en aspectos fundamentales. Lo fascinante es que el periodo entre la declaración de independencia y la ratificación de la segunda Constitución en 1788, la que sigue vigente (disponible en: https://www.archives.gov/founding-docs/constitution y en: https://constitution.congress.gov/), fue uno de debates intensos y detallados en cuanto a lo que se debía hacer para fortalecer al país. Sea que se consideren folletos o análisis más detallados, esa época es de gran interés e importancia para entender lo que se logró y el efecto que ello ha tenido sobre la vida política de Estados Unidos. Se puede consultar la siguiente liga para darse una idea del nivel de debate y la cantidad de información que tenían a su disposición los individuos interesados en resolver esos problemas y cómo esos debates se fueron retomando desde entonces y hasta nuestros días (Online Library of Liberty, OLL, The American Revolution and Constitution): https://oll.libertyfund.org/group/the-american-revolution-and-constitution. A diferencia de lo que ocurrió en otros países, como en México, el debate en torno a la Constitución no se centró en lo que una élite considerara adecuado, sino en lo que esa élite y la ciudadanía (hombres blancos libres, sin propiedad en el caso de la ratificación de la Constitución) consideraban adecuado y posible. El principio de igualdad, si bien es cierto que limitado, ya estaba funcionando antes que lo describiera Alexis de Tocqueville (1805-59) en la década del treinta (ver 1980).

La apuesta de los fundadores, aunque no sólo ellos, fue que, por medio de la reflexión, podrían resolver los problemas que no había podido resolver el gobierno creado por la primera Constitución: "It has been frequently remarked that it seems to have been reserved to the people of this country, by their conduct and example, to decide the important question, whether societies of men are really capable or not of establishing good government from reflection and choice, or whether they are forever destined to depend for their political constitutions on accident and force" (Hamilton 2001, p.1).

John Trumbull (1756-1843), Alexander Hamilton (1792). Uno de los grandes ganadores a largo plazo, mucho del actual gobierno en ese país se debe a él. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Alexander_Hamilton_%28Trumbull%29

Esa fue, en parte, una reflexión a partir de la experiencia con las antiguas Trece Colonias, ya estados independientes, y con el gobierno central. El problema que enfrentaron se podía explicar, en parte, a que primero surgieron los gobiernos estatales y luego un gobierno nacional controlado por los estados y sin poder ejecutivo. En forma afortunada para los estudiosos en esa época y actualmente, cada estado presentaba los aciertos y los problemas de gobernarse con base en diferentes arreglos (congresos unicamerales o bicamerales, por ejemplo). ¿Qué funcionaba y qué no de esas constituciones estatales? Además de un poder ejecutivo independiente y capaz de actuar sin los estados ¿qué más se necesitaba en la nueva Constitución para crear un gobierno que resolviera problemas como la defensa nacional y que no fuera represivo o ignorara la voluntad popular, como ocurría con la monarquía?

También fue, en parte, una reflexión teórica. Como buenos hombres de la Ilustración, veían a los antiguos, en particular a los romanos, para encontrar soluciones, sin que pudieran ignorar los debates contemporáneos y a los pilares del mundo moderno (Gay 1995, pp.11-12): Francis Bacon (1561-1626), John Locke (1632-1704) y Isaac Newton (1642-1727). El problema que tenían era doble, aunque lo presente a muy grandes rasgos. ¿Cómo evitar que se diera demasiado poder a la ciudadanía, con las consecuencias que se conocían de la Antigüedad gracias a las críticas de Platón (427-347 a.C.) y Aristóteles (384-322 a.C.), algo que su propia experiencia corroboraba hasta cierto punto? ¿Sería viable el llamado gobierno mixto, es decir, una combinación de elementos monárquicos, aristocráticos y plebeyos? Aristóteles había propuesto una solución en cuanto a la relevancia de las constituciones (politeia) que podría ser relevante, aunque la idea de gobierno mixto era más un desarrollo de Polibio (200-118 a.C.) y de Cicerón (106-43 a.C.). ¿O era mejor tomar en consideración a Locke y a Montesquieu (1689-1755) en cuanto a la separación de poderes más que al gobierno mixto? El reto con Montesquieu era que asumía que una república era imposible en un territorio extenso como el de Estados Unidos, pero ¿no acaso los estados mismos mostraban lo contrario? ¿Qué hacer con las propuestas de Edmund Burke (1729-97) o de Thomas Paine (1737-1804)? ¿Podrían crear una república y podrían conservarla, como planteara Franklin? (ver Levy 2022).

La apuesta, a pesar de las dudas de dos de los principales defensores de la Constitución, aunque ocultos bajo el pseudónimo Publio (Alexander Hamilton y James Madison) en The Federalist Papers (1787-88), era que sí se podía si se diseñaba en forma correcta ese gobierno. Ello dependía de cómo se modificara la Constitución. Sin habérselo propuesto, se pasó de un trabajo de reformular la Constitución existente a redactar una nueva en 1787. Ésta fue ratificada en 1788, aunque la historia es un poco más complicada (ver, por ejemplo, Maier 2010; Vile 2012; Klarman 2016). Como sea, resulta interesante que se recurriera como pseudónimo a Publio, Publio Valerio Publícola (c.560-503 a.C.), el primer cónsul de la naciente República Romana (se recomienda leer a Plutarco al respecto).

En septiembre 17 de 1787 tuvo lugar la firma de la nueva Constitución. A veces se llega a la exageración en cuanto a ese acontecimiento, como cuando se habla del "milagro en Filadelfia" y que "el mundo ve a Estados Unidos como guía". Disponible en: https://constitutioncenter.org/interactive-constitution/blog/today-the-constitution-was-signed-in-philadelphia

No es posible en esta entrada considerar la solución que presentaron a lo largo de 85 artículos que todavía son referencia para entender e interpretar a la Constitución de ese país y el funcionamiento de los tres poderes (Congreso, presidencia y Suprema Corte), entre otros temas. El siguiente cuadro muestra la estructura de lo que se defendió y ayuda a entender por qué sigue siendo un documento de referencia:

Charles R. Kesler, "Introduction", The Federalist Papers (New York: Signet Classics, 2003), p.xvi

No es cuestión meramente de considerar lo que se plantea en ese libro. Además, es necesario considerar la contribución de los Anti-Federalists (en particular quienes escribieron bajo los pseudónimos, Cato y Brutus, pero no sólo ellos) y las consideraciones del peso que tienen en el debate contemporáneo en contra de un gobierno nacional poderoso (ver, por ejemplo, Storing 1981, 1985; una selección está disponible en: http://resources.utulsa.edu/law/classes/rice/Constitutional/AntiFederalist/antifed.htm). Se puede decir que los temores de ese grupo, que se quedó sin su nombre original, se hicieron realidad (ver, por ejemplo, Ackerman 2007, aunque es difícil decir que ese sea un país con un sistema presidencial).

En el siguiente cuadro se presenta una relación entre los principales argumentos de los Anti-Federalists y de los Federalists:

Ralph Ketcham (Ed.): The Anti-Federalist Papers and the Constitutional Convention Debates. The Clashed and Compromises that Gave Birth to Our Government (New York: Signet Classics, 2003), p.xxxix

A diferencia de los comentarios secos y francamente aburridos sobre la Constitución mexicana, y de un documento que peca de legalismo pretendiendo que la política no debe existir (¿cómo puede existir si un individuo puede intervenir en las deliberaciones y decisiones de los otros dos poderes?), en el caso de la de Estados Unidos se puede ver más allá de un debate legal y hacia lo que es la política. La Constitución es un documento legal, no así los debates en torno a ella. Sólo alguien de mente muy cerrada puede pretender que todo en ese sistema es lógico o legal, que no hay un toma y daca (give and take) que hace posible aquello que llamamos política, que la capacidad creativa de quienes están en la política puede sorprendernos en cuanto a lograr resultados inesperados y que no se limita meramente a conocer las reglas del juego: globales, como en el caso de una constitución, o locales, como en el caso de las reglas en un Congreso. Quien dude esto puede revisar la actividad de Lyndon B. Johnson (1963-1969) con el Congreso para aprovechar el asesinato de su predecesor para pasar legislación que no hubiera sido tan sencillo de pasar sin ese acontecimiento.

Esa Constitución de finales del siglo XVIII sigue vigente para una sociedad del siglo XXI. El documento ha sido suficientemente flexible para adaptar al gobierno a las necesidades de un país que creció (a costa de la población nativa y de México, principalmente, y en parte con base en la esclavitud), casi desaparece por una guerra civil (1861-65) y pasó a ser un poder global. En ese sentido, se puede decir que la apuesta fue exitosa. Lo interesante es que no es sencillo enmendar el documento. Mucho de la flexibilidad de la Constitución se debe a que desde la Suprema Corte se le ha interpretado en forma que no se desvirtúe, que se respeten las intenciones (original intent) de los Founding Fathers y que sea, al mismo tiempo, "una Constitución viva" gracias al "pragmatismo judicial", es decir, que el significado del documento se adapte a nuevas realidades (para una discusión introductoria, ver Tribe and Dorf 1991; Dahlin 2012). No cambiará el texto, pero cambian las formas en que se intrepreta lo que aparece en ese texto. Pero ¿hasta dónde se puede llegar con esa interpretación? ¿No es mejor atenerse al original intent, que de todas formas también es una interpretación? Esto presenta toda una serie de debates y problemas que llegan a dividir a la ciudadanía misma (ver, por ejemplo, Kiley 2014) y que impactan sobre las percepciones que se tengan sobre la Corte (ver, por ejemplo, Pew Research Center 2022). Aunque los precedentes son de gran importancia (el efecto de decisiones pasadas y la preferencia por no modificarlas a menos que haya una buena razón), también lo son los intentos por ir más allá de lo que ha sido aceptado como la interpretación "correcta".

Tal vez surja la duda de por qué considerar este aspecto en un debate contemporáneo, como es el caso del aborto (o, en tal caso, la disponibilidad de armas de alto poder). Por una razón: las constituciones, las reglas del juego globales, son de gran importancia debido a las consecuencias que tienen y porque ciertos acontecimientos del pasado siguen influyendo sobre el presente. Por decirlo metafóricamente, hubo senderos que ya no fue posible recorrer gracias a la Constitución y otros senderos que se fueron cerrando gracias a las decisiones que se fueron tomando con base en ese texto y en las decisiones que se tomaron en el pasado. Aunque se pudiera tener la ilusión de iniciar todo de cero, por decirlo así, el peso del pasado no desaparece. Como dicen, "If it ain't broke, why fix it?" Sólo los revolucionarios, aunque lo sean en su imaginación, pueden soñar con empezar de cero. Como sea, las Constituciones crean juegos entre los poderes y de éstos con la ciudadanía. Al considerara las soluciones que se han presentado en diferentes países es que se puede entender mejor la relevancia de esos juegos creados por las constituciones. En tanto que la Constitución de Estados Unidos no crea un sistema presidencial, sino uno de poderes divididos, la de México crea un sistema presidencial en que se otroga demasiado poder a una sola persona. En tanto que en Estados Unidos es difícil enmendar la Constitución, en México es tan sencillo que se puede hablar de la Constitución del sexenio o de la administración en turno, incluso cuando haya artículos "intocables", como el 27. En caso se desee conocer mejor estos debates, se pueden recomendar, al menos, estos libros: Brenan and Buchanan (1985), Groffman and Wittman (1989), Shugart and Carey (1992), Elster y Slagstad (2001), Sunstein (2001), Reynolds (2002), Lutz (2006), Choudhry (2008) y Ginsburg (2012).

 

III. Los alcances y limitaciones de las reglas del juego: el caso del aborto

A veces me pregunto si es más sencillo emigrar a Estados Unidos si no se conoce más allá de la superficie o si se está dispuesto a no ver algunas de las contradicciones flagrantes, a veces brutales, que lo caracterizan y sólo ver aquello que tenga que ver con el American Dream. Claro, es mejor estar allá que enfrentar a los cárteles en México. Como sea, no todo individuo ha creído que sea un país tan ideal a pesar de sus ventajas y la retórica entusiasta, como dejaron en claro de Tocqueville o Charles Dickens (1812-70). El mismo Mark Twain (Samuel L. Clemens, 1835-1910) fue un crítico claro sobre los problemas que a veces se quieren ignorar. La lista de críticos es larga y distinguida, incluyendo a pensadores, artistas y políticos, algunos que decidieron dejar atrás a su propio país. Hay algo que es real en cuanto a que se respetan las leyes, hay legalidad y estado de derecho, como es cierto que la violencia, la corrupción o el abuso de poder son parte de la vida diaria y no sólo por la disponibilidad de armas. La maquinaria corrupta del Partido Demócrata en Chicago sigue existiendo y ganando elecciones, como es cierto que el sistema de prisiones, ese que era un modelo a principios del siglo XIX, es uno de abusos y corrupción que se especializa en ciertas poblaciones.

Esto nos lleva más allá de la relevancia de las reglas del juego en general a considerar esas reglas en la práctica, esas que tanta felicidad causan a quienes hablan de la praxis y que todavía no se enteran que ese énfasis empezó en la Antigüedad y no con su autor italiano favorito. Pero ¿por qué considerar para esta entrada el tema del aborto y la decisión que se espera próximamente por parte de la Suprema Corte de Estados Unidos? Más allá de lo que expuse en el apartado anterior ¿es importante saber lo que ocurra allá en este tema? En parte sí, pero no necesariamente por lo que es aparente, como se considera también en las conclusiones. En parte no, porque no tiene por qué haber un "contagio" positivo o negativo por lo que ocurra en ese país.

El simple hecho que en tantos periódicos a nivel internacional se esté dando cobertura y seguimiento a este tema dice algo en cuanto a lo difícil que es ignorar lo que pasa allá. De una u otra manera, los acontecimientos marcan pautas para las formas en que se debaten los mismos temas en otros países. Para bien o para mal, lo que ocurre en ese país se toma como referencia para comparar y contrastar lo que ocurre en el propio. En parte esto se debe a que es un poder global, sea a nivel militar o sea a nivel cultural, en especial cuando la cultura abarca todo y lo que sea. En parte se debe a que existe la idea que, mal que bien, se han realizado ideales que en otros países siguen siendo un sueño o que gracias a su ejemplo es que se han logrado realizar esos mismos ideales a nivel global. Ejemplo de ello es la efigie que erigieron los estudiantes chinos después de Tiananmen (1989), la Diosa de la Libertad, y que recordaba a la Estatua de la Independencia en Estados Unidos. El aborto es uno de esos temas que se considera como ejemplo de lo que se ha logrado. Al mismo tiempo, es un posible ejemplo en cuanto a lo que pueda suceder si se restringe o da marcha atrás con algo logrado y aceptado. Curiosamente, la Constitución puede ser una mala guía para momentos de retroceso.

Sin entrar en detalles, pues ello es tema de libros y artículos, y sólo presentando una visión a vuelo de pájaro, lo principal que se debe considerar es que en 1973 la Suprema Corte decidió en un caso, Roe v. Wade, que el aborto era un derecho (disponible en: https://www.law.cornell.edu/supremecourt/text/410/113). La situación era complicada. Específicamente, 30 estados (de 50) lo prohibían; en uno era legal en caso de violación; en dos era legal en caso de riesgo para la vida de la mujer; en 13 era legal en caso de riesgo para la vida de la mujer, violación o incesto, o problemas con el feto; y era legal en cuatro. Era de esperar que existieran esas variaciones. A final de cuentas, quienes decidían esas reglas en los estados ni eran neutrales ni tenían por qué representar la visión de la mayoría de la ciudadanía. Cómo se dibujen los distritos electorales llevará a que triunfen diferentes partidos y diferentes tipos de candidatos. Las preferencias de los congresos estatales no tenían por qué reflejar a la ciudadanía o al menos a parte de ella. Sin embargo, asumir sin más que todo es cuestión de la conexión electoral, que indudablemente es muy importante en ese país, es dar demasiado peso a un elemento, que esa sea la única razón que explica las diferencias entre estados. A final de cuentas, habría que considerar la relación entre política estatal y la organización de los grupos religiosos, los valores que caracterizan a la mayoría de la población o a la población más organizada en cada estado. Baste recordar que en la elección de 1960 se presentaron dudas y preocupaciones en cuanto a si John F. Kennedy (1917-63) podría ser un presidente independiente del Vaticano. Regresando al tema, para una visión general clara y sencilla, Wikipedia ofrece información comparativa visual en: https://en.wikipedia.org/wiki/Abortion_in_the_United_States_by_state.

Uno de los problemas a considerar en cuanto a Roe reside en cómo es que se justificó esa decisión, no sólo el que se haya decidido de cierta manera. Sin entrar en detalles, pues no es mi área de estudios, puedo mencionar que el razonamiento para justificar el aborto se basa en una interpretación de lo que se establece en la enmienda 14, que, gracias al debido proceso, garantiza el derecho a la privacidad. Lo sencillo es enunciar lo que aparece en la enmienda, no lo que se ha escrito en torno a cada artículo, enmienda o cláusula (y con sus relaciones con los Federalist Papers), sino, además, las ramificaciones de lo que aparece escrito (ver: https://constitution.congress.gov/browse/amendment-14/). Por si la decisión no fuera suficientemente complicada y causara problemas desde el inicio, también se consideró que existe un interés por parte del gobierno para garantizar la salud y la salud prenatal de las mujeres. Fue con base en ello que se estableció un sistema trimestral para determinar a partir de qué momento ya no era posible realizar un aborto. La pregunta para algunos individuos pasaba a ser ¿por qué debe intervenir el gobierno en esto? Es decir, no es sólo la decisión en cuanto al aborto, sino en cuanto a esa segunda dimensión, el papel para el gobierno y su capacidad para intervenir en la vida de los individuos.

Desde la Suprema Corte se ofrecieron argumentos en cuanto a por qué era un derecho que garantizaba la Constitución, aunque en el siglo XVIII y hasta esa decisión de 1973 el aborto no fuera legal y sí duramente penado. Con esa decisión se acabaron la mayoría de las restricciones que habían existido, sin que no se mantuvieran diferencias entre lo que era posible para mayores de edad y menores de edad, por ejemplo. Eso fue lo sencillo, si hay algo sencillo en temas tan complejos como este. Parte de esa complejidad reside en que al legalizar el aborto ocurrió la movilización de quienes estaban en desacuerdo. Con base en argumentos legales, religiosos o morales, alegaron que la Suprema Corte había inventado ese derecho y que era otro ejemplo de "activismo judicial".

Nóetese que en este momento se pasa de un problema de interpretación textual a uno de tipo político. El debate ya no se centra meramente en si en la Corte se atuvieron a su responsabilidad de garantizar que se respete lo que establece la Constitución o si se tomaron libertades en cuanto a querer encontrar algo que no podía existir en la Constitución. El debate pasa a ser algo más problemático: ¿en la Corte se estaba tomando el lugar del Congreso o de la presidencia? ¿Estaban actuando como si fueran un poder electo y la decisión se basara en algún tipo de representación de la ciudadanía en forma tal que eso justificara la decisión? Digamos que la decisión fue impecable (se dice que no lo fue), esta segunda dimensión es la que nos interesa porque crea dinámicas que en parte se explican por las reglas del juego y en parte se explican por los objetivos, la creatividad y los recursos de los individuos que deciden participar en ese juego.

El problema con las decisiones de la Corte no es sólo un problema de interpretación en cuanto a lo que aparece en el texto constitucional, sino en cuanto a que es parte de un juego político. Alguien va a ganar y alguien va a perder gracias a la decisión que se tome, siendo que esa decisión puede ser contraria a lo que prefiera la mayoría (sea con los poderes electos o sea con la ciudadanía). Eso es parte del diseño en la Constitución, así que no sorprende que no se responda a los deseos de la mayoría. Pero ¿y si se responde a los deseos de la minoría, es decir, si la justicia deja de ser ciega e imparcial en beneficio de la minoría? Lo que se puede pasar por alto es que existen coaliciones favorables y coaliciones contrarias a la Corte, sea entre la ciudadanía o dentro de los otros dos poderes, además de coaliciones al interior de la Corte, elementos que crean las dinámicas del juego político y que aprovechan ese tipo de dudas/oportunidades para buscar cambios que desean y que no pueden obtener por otros canales, como las elecciones. El debate podrá ser con recurso al lenguaje legal y a las leyes, sin que se limite a un problema escolástico. Guardando proporciones, algo similar ocurre con el banco central, la Federal Reserve, en principio una burocracia donde se toman decisiones neutrales y en que en realidad también se toman las decisiones con un ojo a la situación política.

En Estados Unidos se hace referencia a cada corte con base en quien sea el Chief Justice (ministro presidente), desde John Jay (1789-95) hasta John Roberts (2005-), un total de 17. Se clasifica de "liberales" o "conservadoras" por el sesgo que tengan, que en parte se determina por la forma que interpretan la Constitución gracias a la ideología de la mayoría (para una introducción a las formas de interpretación, ver Murrill 2018). La Corte presidida por Warren E. Burger (1969-86), la que decidió Roe, es considerada "liberal", en tanto que la actual es considerada "conservadora". Se puede acusar a todas las cortes en ese país de ser activistas, pero el que sean de una ideología u otra no es meramente una descripción, sino una invitación al activismo a favor o en contra de la Corte. En el caso del aborto, era activismo de una "Corte liberal", que era lo molesto, porque si hubiera sido activismo de una "Corte conservadora" esas mismas personas lo habrían aprobado, como ven con buenos ojos el que sea posible que se revierta la decisión en Roe v. Wade. No sólo eso, no todos los magistrados habían votado a favor de la decisión, por lo que esas dissenting opinions abrían la puerta a que se pudiera retar para limitar o incluso revertir la decisión de la mayoría en el futuro. Dos magistrados habían votado en contra, siendo que uno de ellos, William Rehnquist, llegaría a ser el Chief Justice (1986-2005). Fue nominado por Ronald Reagan (1981-89), quien como gobernador en California (1967-75) había apoyado inicialmente el aborto y después pasó a ser contrario a ello, igual que la mayoría en el Partido Republicano. En parte, ello explica el apoyo que recibió por parte de grupos religiosos para ganar la presidencia en 1980 y las dinámicas que se han dado en el Partido Republicano desde esa época. Hay una historia externa a la Suprema Corte y al tema de la interpretación que no se puede ignorar para entender las decisiones que se tomen en ese poder.

Si bien es cierto que las reglas del juego son de gran importancia (lo que se establece en la Constitución y las leyes que de ella se derivan), también es cierto que no todo se puede explicar con base en esas reglas o, en tal caso, con uno de sus elementos, las leyes o las decisiones de la Suprema Corte. Las normas de comportamiento de hecho pueden ser más relevantes para entender por qué algunas leyes funcionan y otras no. Dejaré de lado este tema, aunque se puede considerar en un libro pionero de Douglas North (1984) y una forma de entender la realidad política que presenta en forma sencilla e introductoria Peters (2003). Claro, no se puede olvidar en este sentido la obra pionera de Tocqueville, ya mencionada, o On Liberty de John Stuart Mill (2002).

El problema por considerar aquí es el conflicto, cuando existen al menos dos partes que no están de acuerdo con la forma en que se conceptualiza y se busca dar solución a un problema. Esto no es extraño a la política, siempre y cuando se mantenga dentro de ciertos parámetros. La duda que surge es si una constitución o las leyes bastan para resolver los conflictos que se presenten en una sociedad y si, en tal caso, qué pasa y qué se puede hacer cuando esos conflictos exceden las capacidades de la constitución o las leyes. Claro, no es cuestión meramente de ver un lado de la moneda. Junto al conflicto va la cooperación, y es por ello que el análisis político no es sencillo, a pesar de lo que parezca gracias a la opiniología o quienes no han estudiado formalmente lo que sea la política.

El decir que hay al menos dos lados que están en conflicto no dice mucho, pues no es lo mismo el conflicto entre individuos que saben de lo que hablan (en tal caso, que conocen las reglas del juego y la historia de esas reglas del juego) que el conflicto entre individuos que no tienen recurso a otra cosa que su opinión y su visión del mundo, sea que "publiquen" en Facebook o tengan sus canales en YouTube para compartir sus ocurrencias, hasta con bases científicas -- no hay científico incapaz de mostrar su docta ignorancia en temas de política --. Afortunadamente o no, quienes más ruido hacen son quienes menos saben. Son quienes más interés tienen en gritar por lo convencidos que están en cuanto a lo cierto de sus ocurrencias.

En el caso del aborto, como en el del acceso a armas de alto poder, parece que se ha llevado al extremo el deseo de encontrar razones sencillas para decisiones complejas o que enfatizan una parte de la realidad y dejan de lado todo aquello que ponga en duda lo que se asevera como forzosamente real o correcto. No es de extrañar que ello haya resultado en debates acalorados -- más bien en la falta de debates -- en que lo importante es poder gritar más que el contrincante. Lo que debería ser el tema central se pierde en esa gritería, como se pierde de vista si esos que gritan realmente representan a quienes están en desacuerdo y que, de una u otra forma, sí están en posibilidades de debatir y de encontrar soluciones a los problemas. Esto no es de extrañar. Aunque se pueda decir que el aborto, como derecho consagrado en la Constitución, es una decisión que corresponde a la Suprema Corte, la realidad es que es una decisión que tiene consecuencias para individuos con diferentes ideas y creencias sobre ese tema, por lo que esos grupos de individuos buscarán crear una realidad diferente a la que sea aceptada o promovida por uno de los poderes. A final de cuentas, es una decisión individual el abortar o no. El reto surge porque algunas de esas posiciones en cuanto al tema son tan inamovibles que aumentan las divisiones y la polarización. Lo que podría parecer una decisión meramente en cuanto a lo que dice o no un texto se vuelve un elemento que excede la interpretación textual y excede la posibilidad de un diálogo racional. En un contexto de polarización y ánimos caldeados la decisión que se tome puede retroalimentar al conflicto, poniendo en duda la posibilidad de encontrar una solución o soluciones que lo contengan. ¿Es posible que ese conflicto aumente y sea una fuente de "contagio"? Depende de si las masas tienen la última palabra.

Para los magistrados en la Suprema Corte, el debate central es si existe algo en la Constitución que ayude a encontrar una solución o soluciones a problemas que no existían en el siglo XVIII o que, si existían, habrían sido resueltos en formas que serían ofensivas o no sería aceptables actualmente. Ahora bien, si se considera que existe un elemento que justifique una decisión ¿es sólida la forma en que se justifica la decisión o no? A final de cuentas, son nueve magistrados que pueden leer algo muy diferente en el mismo texto. Si es así, el desacuerdo mismo en la Suprema Corte pasa a ser parte del razonamiento que se usa fuera de la Corte para estar a favor o en contra de la decisión que haya ganado entre los magistrados, siempre y cuando quienes están a favor o en contra entiendan algo más allá de sus creencias, ideas, filias o fobias.

Al menos queda claro que hay, a grandes rasgos, dos grupos en conflicto: quienes fuera de la Suprema Corte apoyan o rechazan el aborto y quienes dentro de la Suprema Corte apoyan o rechazan el aborto. Pero es más que eso. Esta situación de conflicto con el aborto lleva a considerar que tiene consecuencias que van más allá de lo que se haya decidido y lo que se pueda decidir en la Suprema Corte. No es sólo acerca de eso. Por una parte, otros derechos que existen actualmente como consecuencia de la legalización del aborto pudieran verse limitados o incluso desparecer. No es que una decisión se pueda aislar de otras. Restringir o penalizar el aborto tendría ramificaciones no sólo sobre el riesgo a la vida de las mujeres (en especial las de menor educación y recursos) y el sistema de salud, sino sobre las relaciones de los estados entre sí y con el gobierno nacional, la pérdida de seguridad y garantías que han ganado las parejas del mismo sexo que han contraído matrimonio, problemas en cuanto a la permanencia de quienes obtuvieron la ciudadanía por vía del matrimonio igualitario. Por otra parte, aunque el Congreso pudiera buscar una modificación a la Constitución para garantizar ese derecho, no existen las condiciones para algo así. No se cuenta con los votos para ello y no existe el interés por tomar un riesgo en ese tema, al menos en este momento.

Lo interesante de esta situación, como en cualquier otra en que se busca adivinar educadamente lo que pueda suceder, es que no hay garantía que lo pueda pasar vaya a pasar, sólo que existe la posibilidad de que ocurra. Hay mucho que se puede aprender de los pronósticos, erróneos o no. Parte de los errores con los pronósticos es que se enfatiza algún elemento más de lo que tenga sentido hacerlo o porque se da mayor peso al conflicto que a la cooperación. Herbert A. Simon, premio Nobel de economía (1978), había planteado que conflicto y cooperación son dos lados de la misma moneda. El problema no es que haya gente que esté a favor y gente que esté en contra del aborto, sino aquello en que los dos bandos coinciden y no sólo qué es lo que los divide.

Una razón más complicada es lo fascinante de esta situación. Dadas las posibles consecuencias, individuos y grupos se movilizan para presionar al gobierno para que, de alguna manera, se busque que la Suprema Corte no vaya en contra de la decisión que legalizó el aborto en 1973. Al mismo tiempo, hay quienes desean que haya un cambio, que el aborto no se entienda y practique como ahora. No es una cuestión de extremos, de sí o no, sino de diferentes tonalidades de gris en que gritan más los extremos, y en que las minorías intensas pueden ser más exitosas que una mayoría poco organizada.

De una u otra forma, desde los poderes electos deberán considerar lo que desea la mayoría, sin ignorar a la minoría, al tiempo que se actúa en forma transparente y con base en lo que establezcan las reglas del juego. Ésas tienen una larga historia, una que se remonta a la defensa de la Constitución. Es la política en un sentido que se relaciona con la democracia. Hay conflicto y es el sistema el que debe resolverlo con base en lo que se establece en la Constitución. Irónicamente, he ahí una complicación. Lo que es la solución es precisamente el problema. No se debe olvidar que en la Constitución se establece el Colegio Electoral, ese en que la traducción de votos en electores estatales dio el triunfo a Donald J. Trump a pesar de haber perdido el voto ante Hillary R. Clinton en 2016. Hay elementos antidemocráticos que no han sido modificados, algunos por buenas razones. Se entiende eso y ahora se discute la necesidad de realizar ajustes al conteo de votos en el Colegio Electoral.

La Suprema Corte no es un poder electo. No tiene por qué responder a lo que desee la mayoría, aunque tampoco pueda ignorarla sin más (aunque sea indirectamente que la tome en cuenta). Debe atenerse a lo que se establece en la Constitución, por lo que debe interpretarla, siendo que la Constitución autoriza el poder ir en contra de lo que prefiera la mayoría, la opinión pública y los otros dos poderes. Ello tendrá consecuencias que se reflejarán en los poderes electos y en la ciudadanía. Debido a cómo reaccione la ciudadanía ante la decisión que se tome en la Suprema Corte, en un año de elecciones para el Congreso, será que el presidente mantenga el apoyo de su partido en la Cámara de Representantes o que lo pierda. Pase lo que pase, uno de los dos partidos perderá en noviembre, preparando el camino para la elección de 2024. En la Casa Blanca y en el Congreso están viendo al menos tres juegos al mismo tiempo, el juego con la Suprema Corte, el juego en las elecciones y los resultados para la composición del Congreso y el juego que se pueda estructurar a partir de esos resultados para la elección de 2024. En esto también influye la situación de la economía, en particular la inflación, o la guerra en Ucrania, entre otros temas, sin que los haya mencionado. De ahí que no sea tan sencillo considerar lo que pueda pasar.

 

IV. La fábrica de sueños o por qué debemos considerar lo que creemos

Ignorar el contexto en que ocurre este debate, o cualquier tema relevante en la política, es un error sencillo de cometer. También es un error olvidar las imágenes previas que se puedan tener sobre eso que se busca entender. Para alguien convencido que vive en la mejor democracia del mundo es claro que el conflicto en torno al aborto no es algo insoluble o razón de preocupación, incluso cuando se llegue a los golpes. Para quien no está tan seguro de vivir en la mayor democracia que haya conocido el mundo existe la posibilidad que la plutocracia y los Republicanos están en vías de crear una república cristiana con "justice for some". La imagen que se tenga termina determinando lo que se ve, a veces incluso independientemente de la evidencia que muestre que lo que se cree ver no es real o es parcialmente real y distorsionado. Esto no es un problema menor. Lo que he comentado en los dos apartados anteriores es básicamente un análisis racional en que dejo de lado las idealizaciones en cuanto a cómo se vea favorable o desfavorablemente al gobierno de ese país. Lo considero en este apartado es que esa forma de análisis puede ser de limitada utilidad si no tomamos en cuenta que parte de quienes entran al debate, los menos informados y muchas veces los más vocales, no parten de conocimiento sino de imágenes de lo que creen pasa y de lo que creen debería pasar como si el ideal y lo real fueran uno y lo mismo. Si esos individuos no son capaces de cuestionarse lo que creen o saben, normalmente a medias, podrán ver lo que desean ver, no lo que existe para ser observado y estudiado. Lo usual es que recurran a lo que se considera como válido porque es lo que aseveran. ¿De dónde salió esa visión? ¿Qué tan válida es?

Es sencillo, y por lo mismo un error, que ese Estados Unidos que se pueda imaginar sea el que existe para todo tema. A veces un poco de conocimiento, en especial gracias a las redes sociales, resulta peor que la ignorancia sin curiosidad. Lo que se haya aprendido de lecturas ocasionales, de unos cuantos libros o artículos o gracias a películas o series de TV da una idea insuficiente de cómo es que funciona ese país. Si a eso se añade que muchos gobiernos gustan de vender una imagen (propaganda), entonces es sencillo que con poca información y lentes que distorsionan la realidad se vea más o se vea menos de lo que realmente está pasando. Es por ello que resulta necesario esta aparente desviación. Las reglas del juego y las interacciones entre individuos no bastan para explicar algo cuando hay que lidiar con las distorsiones creadas en cuanto al espectáculo político. Hay que ajustar el análisis al tipo de público al que va dirigido.

En estos momentos se llevan a cabo audiencias públicas en el Congreso de Estados Unidos para clarificar cómo es que se llegó a la violencia de enero 6 de 2021. Una de las principales promotoras de esto ha sido Liz Cheney, representante del Partido Republicano por Wyoming e hija del vicepresidente de George W. Bush (2001-09). Ella ha dejado en claro que va por Donald J. Trump (2017-21), considerado el principal promotor de la violencia de ese día. Esto en sí presenta varios problemas porque: 1. Se parte del supuesto que ese país es "de leyes y no de Hombres", por lo que lo que se vea en esas audiencias será neutro, sin tintes políticos, siendo que para quienes dudan de lo que pasa lo verán como un cochinero más por parte de Demócratas y traidores en contra "del mejor presidente"; 2. Todo indica a que Trump sí es responsable, siendo que por centrarse tanto en él se pueden dejar de lado a otras personas menos públicas que podrían ser los cerebros de esas acciones (se pospone un problema para las elecciones de 2024); y 3. Ocurre algo similar a lo que se ve en una película, es decir, una representación ajustada a los parámetros de lo que es la política y la justicia en ese país (es lo que quieren que se vea desde el Congreso, siendo que para parte de la audiencia, en especial la de Fox News, puede ser precisamente lo contrario lo que vean). ¿Qué pasa si esa imagen no es correcta? Esta no es una pregunta cargada, sino una que debemos considerar con toda seriedad. La justicia, como sabemos, no siempre es ciega en ese país, sea que consideremos el Red Scare durante la Guerra Fría (1947-91, aunque ese temor fue peor entre 1950 y 1954), promovido con gusto por uno de los senadores por Wisconsin, Joe McCarthy (1947-57) o que recordemos lo que leímos en algún momento en To Kill a Mockingbird (1960) o hayamos visto en Mississippi Burning (1988). A su manera, las audiencias, el libro y la película son representaciones de la realidad. Como sea ¿qué pasa si lo que se cree sobre cómo se toman decisiones sobre el aborto son erróneas porque se ha prestado más atención al espectáculo que la lo sustancial? Como sea, se puede dar seguimiento a las audiencias en la siguiente liga: https://january6th.house.gov/

Se puede tener una imagen e cuanto a cómo funciona la política, una que no tiene por qué ser reflejo correcto o siquiera cercano a la realidad. En este sentido, Estados Unidos es un país fascinante y desesperante. Lo es comparado con otros países, no por sí mismo o en sentido absoluto. Es fascinante en tanto que heredero y continuador de tradiciones que empezaron en la Antigüedad europea, tradiciones basadas en ideales que seguimos valorando: democracia, libertad, derechos. Lograron mantener y desarrollar de este lado del Atlántico las tradiciones del Viejo Mundo. Es desesperante en tanto que los vicios del Viejo Mundo siguieron y siguen presentes, cuando no amplificados, muchas veces pretendiendo que no existen esos vicios. Ejemplo de ello es la sociedad de masas de la que hablara Ortega y Gassett (1998), que incluye, además, una insaciable capacidad de consumo y destrucción y el amor por una aristocracia autóctona que no se pretende aristocracia (sean los Kennedy o los Bush) o un presidente que no se pretende monarca y que busca serlo. A pesar de todo, en cierta manera se realiza el ideal de ser un "nuevo mundo". Lamentablemente, quitando a ese país y a Canadá, tal vez a Costa Rica, el resto del continente no logró la promesa de ser un "nuevo mundo".

Se puede alegar que pido demasiado. Se puede recurrir a la trivialidad que ningún país es perfecto o que el enemigo de lo bueno es lo perfecto. Se puede alegar que, mal que bien, Estados Unidos es de esos países en que se vive mejor a nivel global. Cierto (ver, por ejemplo, OECD sf), aunque habría que revisar con cuidado la información. Hay varios rubros en que ya no están a la cabeza y otros en que estar en último lugar, o entre los últimos lugares, sería mejor (obesidad o drogadicción son dos evidentes). Sus mejores científicos son de importación gracias a los posgrados que ofrecen algunas universidades, no gracias al capital humano que se haya desarrollado en el sistema educativo de ese país.

En promedio, es mejor vivir en Estados Unidos que en otros países. No es algo nuevo, empero, y no es algo que venga sin dudas periódicamente en cuanto a si es un país en declive, sea como potencia mundial o en cuanto a si es un experimento que está fallando o fracasando. La Gran Depresión (1929-39), la situación por la crisis energética en los setenta (que hizo infame a Jimmy Carter, presidente entre 1977 y 1981, por su llamado malaise speech, disponible en: https://www.americanrhetoric.com/speeches/jimmycartercrisisofconfidence.htm), la Crisis Financiera de 2007-08 y la que está iniciando en 2022 resultan en dudas sobre la viabilidad del país, y sólo en un área. Al menos tienen en claro que es un experimento que puede fracasar. ¿Está fracasando? Tal vez sea excesivo responder que sí. ¿Qué decir, entonces, de acontecimientos como el de enero 6 de 2021, cuando un presidente quiso imponerse para un segundo periodo, resultando en una polarización peor que la que se había ido gestando lentamente desde la década del ochenta del siglo pasado? ¿Es eso parte del Estados Unidos real, uno en que hay serios límites al respeto a las reglas del juego?

Inflación, tensiones raciales, violencia por el fácil acceso a armas de alto calibre, pobreza, drogadicción (en especial por el fentanilo) y divisiones cada vez más marcadas entre zonas urbanas y zonas rurales parecen estar rompiendo aquello que los mantiene unidos, incluido lo creado por la Constitución. No es de extrañar que se vea con preocupación la posibilidad de una nueva guerra civil (ver, por ejemplo, Walter 2022). Está, además, el reto de Rusia y una percepción muy negativa sobre ese país entre los estadounidenses, percepción que empeoró después de la invasión a Ucrania y lo que parece ser un triunfo de propaganda en África y América Latina por parte de Rusia (ver, por ejemplo, Wike 2022). Está, además, el reto de China (ver, por ejemplo, Huang 2022), peor cada día debido a la situación con Taiwán. Hasta Corea del Norte ha pasado a ser un dolor de cabeza, además de México con el problema de ser un narco gobierno cada vez más claro y consolidado.

Que Estados Unidos esté pasando por una mala racha o que haya empezado su declive no es un tema que se pueda resolver meramente con base en datos e información objetiva. Existe un elemento de perspectiva subjetiva en la forma en que se ve a ese país desde afuera y cómo lo ve la propia ciudadanía. Desde afuera, hay rubros en que se le sigue viendo como un país puntero, otros como promedio y otros como por abajo de la media (ver, por ejemplo, Wike 2021). Los medios de comunicación no siempre son confiables en estos temas. A final de cuentas, el amarillismo y la nota roja venden muy bien, por lo que puede parecer que el país está peor de lo que realmente está o, alternativamente, mejor de lo que está. A pesar de ello, es indudable que la pobreza que se ve en las calles de algunas ciudades (Los Angeles, Portland o Philadelphia, por ejemplo) es algo nuevo y que recuerdan a lo que se vivió durante la Gran Depresión (1929-39). Ese es un ejemplo visible de los problemas.

Hay, asimismo, demasiado que es espectáculo centrado en lo que apantalla y deslumbra. Hay mucho que huele a decrepitud, vejez, cansancio y podredumbre, pero que se presenta como si fuera lo contrario por lo bien que se ve en las fotos, las películas o en julio 4, día de la independencia.

Es cierto que ni la maravillosa Atenas de la Antigüedad fue maravillosa en todo. El problema es por qué, a pesar de tantos defectos, Atenas y Estados Unidos siguen siendo vistos como ejemplos de ideales llevados a la práctica, realizados en la medida en que pueden ser humanamente realizados, y en que muchas veces se deja de lado todo aquello que las aleja de ser un ideal, aunque esté a la vista lo que es contrario a la realización de esos ideales. Tampoco se debe considerar que es el fin del camino. Los críticos son muy buenos para resaltar los defectos, creando una imagen tan distorsionada como la que crean quienes ven en ese país el punto máximo del desarrollo humano. Quienes decidirán cuándo es que ocurrió el punto de inflexión con el que empezó la decadencia serán los analistas futuros, no los especuladores u opiniólogos actuales.

Parte del encanto de ese país reside en que se le ve como uno en que "un gobierno en acción" (entendido como uno que cumple con aquellas funciones que son su responsabilidad) porque "representa y es responsable ante el pueblo (people)". Se cree, a veces sin más, que es la mejor realización de un ideal, en muchos sentidos desconocido: la democracia. Nacimiento, sexo o raza no son criterios para poder participar en las decisiones políticas del país. Cualquiera puede llegar a la Casa Blanca (o competir y ganar en cualquier puesto de elección popular o puesto gubernamental o empresarial si se cumplen con los requisitos educativos para el puesto). Es un gobierno "of the people, by the people, and for the people", como lo definió el decimosexto presidente, Abraham Lincoln (1861-65), en el Gettysburg Address de noviembre 19 de 1863 (disponible en: https://www.abrahamlincolnonline.org/lincoln/speeches/gettysburg.htm). Ahora es visto o se le presenta como un gobierno representativo de, y responsable ante, la ciudadanía y, en general, para todo extranjero que vive en forma legal en ese país. La ironía es que ese gobierno puede ignorar a la ciudadanía misma, como se esperaría con un sistema de representación que funcione -- y no en la forma irresponsable que le gusta a la "izquierda" mexicana, en que "que hable el pueblo" debe ser el criterio final, sepa o no de lo que habla ese pueblo --.

No deja de ser interesante que la forma en que define la democracia Lincoln sea parecida a la que ofreció Pericles/Tucídides en la llamada Oración fúnebre respecto a la Atenas del siglo V a.C. (disponible en: https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160303/asocfile/20160303184915/rev11_tucidides.pdf). Es más interesante que pueblo, casi durante dos siglos, y ciudadano, hasta la caída de Atenas como polis independiente, no incluyeran a toda la población que vivía en ese territorio. Había claras restricciones que excluían a mujeres, extranjeros y esclavos. A pesar de ello, se les ve como formas de gobierno mejores a las alternativas en su época, fuera una monarquía o una oligarquía, o actualmente. Aun así, en esa visión incluyente queda claro que incluir y excluir son parte del juego. Lo sencillo es decir que son los hombres quienes dominan el juego y excluyen a su gusto, cuando la realidad es un poco más complicada y menos clara que esa expectativa.

¿Bastaba como justificación para esa forma de gobierno con que no fuera aquello que se consideraba era peor? No. Tanto Lincoln como Pericles/Tucídides hablan de ideales, una forma de vida determinada por esos ideales, arreglos institucionales que permiten la realización de esos ideales. Son tan valiosos y relevantes esos ideales que vale la pena dar la vida por ellos para que quienes sigan, las nuevas generaciones, puedan gozar de ellos y tal vez en forma mejorada. Ese es un punto que enfatizan Heródoto y Esquilo (Los persas) y que no siempre se expresan con la misma claridad ahora. Son ideales que pueden, gradualmente, incluir a más y más individuos, aunque en el momento no sea posible hacerlo. Tanto Atenas como Estados Unidos son escuelas y ejemplos a seguir, de la Hélade y del mundo, al tiempo que son ejemplo y escuelas de lo que no se debe hacer y de lo que se debe evitar (basta recordar lo que Pericles considera es el papel correcto de las mujeres o el llamado Pledge of Allegiance en que se menciona "One Nation under God", añadido en 1954 en la época del "terror comunista" -- por lo que ser ateo en ese país puede ser peor que ser gay y que no es recomendable ser extranjero de ciertos países, como se ha vivido desde 9/11, sin que no hubiera pasado eso mismo antes).

Lo que resulta curioso es que la defensa de esos ideales (democracia, libertad, derechos) no son exaltados como solían serlo. Se les ve como algo mejor que las alternativas. Es mejor ser libre que no serlo, mejor vivir en una democracia que no. Es cierto que es mejor estar en una situación siquiera marginalmente superior a las alternativas. Es mejor que sólo te arranquen las uñas de los dedos de las manos a que te arranquen las uñas de los dedos de las manos y las uñas de los dedos de los pies. Lo segundo es mejor a que te arranquen las uñas de los dedos de las manos, las uñas de los dedos de los pies y te corten la nariz. Y así puede seguir un razonamiento digno de un asirio conquistador. Pero ¿cuenta eso como una defensa de esa situación superior? No parece. Se puede decir lo mismo en cuanto a algunas defensas de los ideales políticos en el siglo XX y en el XXI. Por ejemplo, la defensa de la democracia propuesta por Winston S. Churchill (1874-1965) en 1947, esa a la que se recurre con tanto gusto, no deja de ser pobre y poco convincente: "Many forms of Government have been tried, and will be tried in this world of sin and woe. No one pretends that democracy is perfect or all-wise. Indeed it has been said that democracy is the worst form of Government except for all those other forms that have been tried from time to time..." (disponible en: https://winstonchurchill.org/resources/quotes/the-worst-form-of-government/). En pocas palabras, Platón, en la Carta VII, tenía razón: ninguna forma de gobierno es buena. Se puede añadir: pero algunas son peores que otras. Como sea, surge la duda de si alguien, ahora y fuera de quienes se enlistan en las fuerzas armadas, estarían dispuestos a dar la vida por esos ideales, como tantos ucranianos lo están haciendo mientras escribo estas líneas. No, pero ¿qué tal por temas específicos sobre los que tenemos ideas y sentimientos muy fuertes? Basta seguir el debate sobre la posesión de armas para darse cuenta de todo lo que se está dispuesto a hacer por tener armas supuestamente en nombre de la libertad y el respeto a la Constitución. El tener el arma se vuelve lo importante porque es la materialización del derecho, sin que se esté dispuesto a dar la vida por ese derecho como miembro de una comunidad política. La Constitución del siglo XVIII ya no vive en el siglo XXI. O es lo que parece.

Imagino es parte de un reportaje de CBS. Admito no haberme tomado tiempo para verificarlo.

Al menos se puede reconocer que la retórica en Estados Unidos es consistente en cuanto a ser "the land of the Free", de las oportunidades, de la igualdad, el melting pot (todos se mezclan en una gran y feliz familia -- o, parafraseando y modificando lo que algunas personas en los estados del norte dicen respecto a algunos estados del sur, primos felices en la parte trasera del auto --, independientemente de su lugar de origen o del lugar que sus ancestros hubieran ocupado en la jerarquía social) o la patchwork quilt (todos unidos y manteniendo sus individualidades o características del viejo país, pero de todas formas una gran y feliz familia). Son E Pluribus Unum, uno a partir de muchos. Les fascinan las metáforas que sean sencillas y al punto, esas que resaltan sus virtudes y ocultan o dejan de lado sus defectos. No se puede olvidar que en la redacción original del artículo 1 de la Constitución los esclavos contaban como tres quintos de personas para efectos de representación, siendo que en la Declaración de Independencia se estipulaba que todos somos creados iguales y dotados por el Creador con derechos inalienables. Al In God We Trust se añadió el Rest Pay Cash. Pero, más que nada, gustan de recordar al mundo que son un ejemplo a seguir y que, además, tienen al hombre más podersoso sobre la faz de la Tierra, su presidente. Ese es el hombre que en nombre de la libertad, el liberalismo, la libre empresa y las American fries (una breve ocurrencia después de 9/11 contra Francia por no apoyar a la coalición contra Irak) está dispuesto a poner en su lugar a los "malos".

Hay una mentalidad demasiado de Hollywood, en especial una mentalidad de Western al estilo de High Noon (1952), cuya influencia ha pasado a las películas sobre el presidente de ese país (sin que por eso se pueda ignorar que hay buenos Westerns o buenas películas sobre el presidente). La presidencia de Reagan, ex actor, fue la apoteosis de Estados Unidos como película con final feliz, como todas en Hollywood. El presidente siempre es el sheriff (históricamente, una figura muy alejada de las idealizaciones del celuloide), a menos que el sheriff sea el malo. Entonces el presidente puede ser como Will Munny (Clint Eastwood) en Unforgiven (1992). Rara vez Estados Unidos es el malo de la película, aunque sea frecuente que se hable de la gran corrupción o violencia que se vive en ese país, empezando por tantas películas populares producidas en Tinseltown (un distrito en Los Angeles donde iniciaron las películas). Si alguien duda que ese país pueda ser tan corrupto como otros países puede escuchar este podcast de Freakonomics de noviembre 3 de 2021: https://freakonomics.com/podcast/is-the-u-s-really-less-corrupt-than-china/. Cabe recordar que en la década del cincuenta y del sesenta del siglo pasado se hablaba de la corrupción como aquello que engrasa los engranes: "corruption greases the wheels of development."

Parece que es imposible la existencia de un país si no tiene mitos que le den coherencia y cohesión. En algunos casos se abusa y se enfatiza aquello que sea difícil de creer. Está el caso de México, el país milenario que empezó su existencia en 1821. Ah, se responde, pero es una nación, no meramente un país y además era un gran imperio gracias a los Mexicas. Resulta que los amigables Mexicas eran militaristas y sin gran capacidad artística o de pensamiento abstracto en una época considerada de decadencia. Imagino eso no importa, como no importa el fastidio de los otros pueblos contra los grandes fundadores, una especie de romanos copiones sin la capacidad imperial de los romanos. Lo fascinante es que, a como dé lugar, hay que aceptar el mito como algo real y sentir orgullo por la mentira de la fundación del país. Ha de ser parte de la mentalidad nacional. Hay que creer y aceptar el mito, digno de mitómano, de la transformación del país. Hay que aceptar y creer en el mito de la transición y de la democratización, esa que, para efectos prácticos, dejó intacto lo creado para centralizar el poder en el presidente después de la gran revuelta socialista. Lo falso es real y lo real es falso, imagino. Como sea, el mito en Estados Unidos llega a ser tal que hay quienes creen que lo representado en Independence Day (1996), Armageddon (1998) o, peor, Amistad (1997), basada en "hechos reales", son cercanas a la realidad. Es decir, las películas palomeras y patrioteras de julio 4 son vistas como algo que refleja el espíritu valiente, gung ho y dedicado a la humanidad. El mundo los ve como ejemplo a seguir. Hasta que la realidad los alcanza. 

No todo individuo en ese país cree en eso de la misma manera o en el mismo grado, pero de una forma u otra lo cree. Ese es parte del trasfondo en que ocurre el debate en torno al aborto. Están desde los entusiastas que ven a la democracia en acción hasta los desanimados que sólo ven a las élites pretendiendo que hacen algo para mantenerse en el poder.

De ahí que no sea extraño que exista la preocupación en cuanto a si Estados Unidos está entrando en una temporada de inestabilidad y en que la promesa de sus ideales no pueda ser tan sencilla de realizar. Más allá de esos altibajos, no deja de ser irónico que en ese país se haya podido dar respuesta positiva a una pregunta: ¿es posible una república en un territorio extenso?). Tampoco deja de ser irónico que se esté dando una respuesta negativa, o más hacia el lado negativo, a otra: ¿es posible un país multicultural en un territorio extenso? Como sea, regresamos al tema del aborto en 2022.

 

V. Las incógnitas en cuanto al aborto

El gobierno de Estados Unidos es uno de los mejor estudiados del mundo (ver, por ejemplo, Palacios-Sommer 2021). Hasta en aquellos temas en que se sabe comparativamente poco resulta que es más de lo que se ha estudiado sobre el gobierno en México, por dar un ejemplo. No sólo eso, es uno en que la reflexión sobre lo que sea la política, el gobierno, el buen gobierno y todos esos temas que fascinan a quienes estudiamos ciencia política se remontan a mediados del siglo XVIII. Entre el inicio de desacuerdos entre la Corona Británica y la Declaración de Independencia, en los dos lados del Atlántico podemos encontrar un interés notable por considerar cómo debe relacionarse el gobierno de la metrópoli con la colonia, las formas en que el gobierno mismo debe y puede relacionarse con los súbditos o con los hombres libres. Esos son los debates que continúan hasta nuestros días y que están en la base de todo lo que se relaciones con aquello llamado política. Se han creado idealizaciones e imágenes no siempre realistas en cuanto a lo que sea la política en ese país.

La política, en parte, tiene que ver con la realización de ideales. Sin embargo, y al mismo tiempo, es más que buscar la realización de esos ideales. A veces es un juego sucio sin más en que se usan recursos escasos para tener acceso a un solo puesto que debe ser defendido con todo lo disponible ante los ataques de quienes también lo desean. Hay situaciones en que importa más ganar la reelección que resolver problemas -- que tal vez ni siquiera sean problemas, pero que venden muy bien ante las cámaras --. No es de extrañar, entonces, que haya ocasiones en que sea más importante un buen periodicazo en el momento oportuno que un análisis serio y desapasionado de lo que está pasando y del futuro desenvolvimiento de ese problema.

A principios de mayo de 2022 alguien dentro de la Suprema Corte de Estados Unidos filtró una propuesta para revertir Roe v. Wade y, por lo mismo, las decisiones posteriores que dan mayor contenido o limitan a esa decisión (para otras decisiones, ver: https://www.aclu.org/other/timeline-important-reproductive-freedom-cases-decided-supreme-court). En algunos estados, como Texas y Oklahoma, ya existen restricciones para obtener un aborto después de seis semanas. El fin de semana del 14 y 15 de mayo ocurrieron manifestaciones en contra de esa posibilidad. Clarence Thomas, uno de los magistrados que sería favorable a la propuesta escrita por Samuel Alito (decisión disponible en: https://www.politico.com/news/2022/05/02/read-justice-alito-initial-abortion-opinion-overturn-roe-v-wade-pdf-00029504), se ha quejado de acciones por parte de ciudadanos en contra del "ala conservadora" de la Corte. Incluso se ha considerado que fue alguien de "derecha" quien filtró la decisión (Stieb 2022). La especulación y las pasiones empiezan a ganar terreno. Para hacer la situación más divertida, parece que la esposa de Thomas fue parte de quienes instigaron la revuelta de enero 6 de 2021. ¿Podría ser un poco más complicado y confuso el contexto actual?

 

Se entiende que haya enojo ante la posible decisión de la Corte. Sin embargo, también se debe considerar que hay individuos para quienes esa posibilidad es una buena noticia. Hasta se podría decir que es una razón de esperanza para que se acabe el intervencionismo gubernamental y las decisiones de la "izquierda", los Demócratas, no siempre atenta a que son "One Nation under God". Mientras para unos sería un retroceso, para otros sería un avance. Existen todas las condiciones para un conflicto amplio e intenso centrado en la Suprema Corte.

Esta situación presenta varios retos:

  1. El problema inicia con una decisión que ha dejado dudas y abierto las puertas a ataques. El problema no tiene por qué ser el aborto en sí, sino la forma en que se la vio y la solución que se ofreció al problema. Es necesario, por lo mismo, empezar por ese punto y no por los debates entre quienes están a favor o en contra. En otras palabras, es necesario conocer la decisión, lo que se comentó en la Suprema Corte sobre esa decisión, las decisiones que han seguido, los análisis que se han realizado sobre el tema, independientemente de lo que aleguen quienes están a favor o en contra del aborto.
  2. No es cuestión de saber con cuál de los dos grupos es con el que nos identificamos, sea entre los favorables o los contrarios al aborto, sino el de entender por qué unos están a favor y por qué unos están en contra. Debemos prestar atención a las razones que presentan para defender su posición y, de paso, tratar de considerar razones que no estén tan dispuestos a compartir. En esto debemos considerar si lo que proponen se basa en las decisiones que se han tomado en la Suprema Corte o si están hablando de algo que va más allá de las decisiones que se hayan tomado. Por ejemplo, la preocupación real no tiene por qué ser el aborto, sino el papel que se le otorga al gobierno y lo que ello puede implicar en otras áreas o temas.
  3. Existen dos grupos en dos niveles diferentes: magistrados (a favor del aborto, en contra del aborto) y ciudadanos (a favor del aborto, en contra del aborto). Debido a la presencia de esos dos grupos, debemos considerar si hablan de lo mismo o hablan de algo diferente. En forma general ¿cuáles son los valores, creencias, ideas o conocimiento que esgrimen uno y otro grupo en cada uno de los niveles? ¿Existe una relación entre lo que se propone desde la Suprema Corte y lo que prefiere la ciudadanía, es decir, en alguna forma los magistrados en contra del aborto representan a la ciudadanía que está en contra y los magistrados a favor a la ciudadanía a favor del aborto? Implícitamente estoy asumiendo que no hay diferencias entre los individuos que integran cada grupo. Por ejemplo ¿que Thomas apoye la propuesta de Alito se traduce en que los otros cuatro "conservadores" la apoyarían como si fueran Thomas? ¿Hay diferencias que ponen en duda la existencia de un "ala conservadora", al menos para este tema?).
  4. No se debe confundir la posibilidad de un acontecimiento (se va a decidir sobre Roe) con que haya ocurrido un acontecimiento (se decidió sobre Roe). Es la diferencia entre una posibilidad y una certeza. Es seguro asumir que se restringirán los derechos reproductivos si gana la propuesta del "ala conservadora". En otras palabras, en este momento parece seguro asumir que gane algo similar a lo propuesto de Alito, sin que se pueda determinar la probabilidad que ocurra ello. Se está adivinando, en otras palabras, aunque sea una adivinanza educada. Tampoco queda claro en qué forma serán restringidos, algo que puede afectar el que se apruebe la propuesta del "ala conservadora" y la resistencia que resulte en contra de esas restricciones. Podría ocurrir que al menos uno de los seis integrantes del "ala conservadora" vote con el "ala liberal" y que al menos otro modifique significativamente la propuesta de Alito. Como sea, los magistrados se reunirán para tomar esa decisión a finales de junio o principios de julio del año en curso. Lo que ocurre en esa institución es tan secreto como las decisiones sobre política monetaria en el banco central. Ante esto, debemos considerar que, de una manera u otra, las actitudes y consideraciones de quienes están activamente interesados pueden reflejar más sus temores y deseos que una valoración objetiva en cuanto a lo que pueda ocurrir (que se apruebe y, si se aprueba, lo extenso y profundo de los cambios que se den). Un poco de humildad en cuanto al futuro sobre el que podemos muy poco no está de más.
  5. Aunque pueda haber un gran interés en el tema, no todo individuo interesado está participando activamente en influir en la decisión que se tome, sea a favor o en contra (asumiendo que sus acciones en efecto afecten la decisión que se tome). Se puede decir que esos activistas están actuando en representación de la ciudadanía. ¿Es el caso? Porque también se puede considerar que no estén representando a la ciudadanía (pueden actuar en forma que se asemeje a lo que desea la ciudadanía, pueden estar representando lo que consideran que debería querer la ciudadanía o pueden estar representando sus propios intereses pretendiendo que son los de la ciudadanía). Incluso en el caso que representen a la ciudadanía, lo que requiere explicar cómo se llegó a ello, no se traduce en que la ciudadanía esté de acuerdo con todo lo que dicen y promueven los activistas o, en tal caso, lo que se promueve desde la Suprema Corte (incluso entre quienes tienen serias dudas en cuanto al aborto). O si se cree que pueden lograr eso, entonces ¿cómo es que lo lograron?
  6. El que pueda ocurrir el escenario preferido se traduce en que quienes están a favor y quienes están en contra buscarán contribuir a que ocurra ese resultado. Es difícil asumir que los activistas y que la ciudadanía más interesada no haga algo por lograr aquello que desean. Dado que no se ha tomado una decisión en la Suprema Corte y dado que queda tiempo para presionar, quienes desean que se mantenga el aborto como hasta ahora tienen incentivos para buscar mantener el status quo y, por lo mismo, buscar estrategias que lleven a ese resultado. Lo mismo pasa con quienes están en contra: tienen incentivos para lograr un cambio en el status quo y, por lo mismo, buscan estrategias que lleven a ese resultado. Sin embargo, está el reto que la Suprema Corte no es un cuerpo electo. ¿Qué tan efectiva puede ser la presión de la ciudadanía sobre las decisiones de los magistrados? ¿O será por medio de presión sobre el Congreso y la presidencia que, en forma indirecta, se logre presionar a la Suprema Corte? Asumamos que eso llega a pasar ¿cómo afectará a las estrategias que sigan los activistas de uno y otro bando, dado que hay una mayoría Demócrata en el Congreso y un presidente Demócrata? Más allá de la decisión en este momento, si se logra presionar por medio de Congres y presidencia ¿qué ocurre, entonces, con la división de poderes y los pesos y contrapesos?

En lo que se ha discutido pasamos de saber que existe un grupo favorable al aborto y uno contrario al mismo a consideraciones que no son obvias o sencillas de captar a menos que reflexionemos sobre lo que sabemos (mejor, sobre lo que se sabe, sobre lo que no se sabe y sobre lo que no se sabe que no se sabe, por retomar un planteamiento de Donald Rumsfeld) y nos planteemos algunas dudas. Al ir más allá de meramente constatar un hecho o de constatar que existe una situación de conflicto entre dos campos diferentes podemos llegar a consideraciones más interesantes y que nos pueden dar mayor claridad.

Debería quedar claro que el análisis político no es cuestión de contar una historia, sino de considerar que hay individuos que desean lograr diferentes resultados, que deciden que es mejor actuar en grupo que en forma solitaria y que, al menos en forma intuitiva, tienen diferentes recursos y capacidades para lograr dichos resultados. No hay garantía que logren organizarse o que logren sus objetivos, pero queda claro que buscarán las mejores formas de organizarse y de alcanzar sus fines. Asimismo, queda claro que deben existir reglas que den estructura al juego en que participan los diferentes individuos considerados. A final de cuentas, para evitar que se anule Roe basta con secuestrar a, o llevar a cabo algo peor con, los magistrados o atacar la sede de la Suprema Corte. Eso no es parte del juego aceptado en ese país. Al menos no lo era hasta enero 6 de 2021. ¿Podría ocurrir algo así en este caso? No se puede descartar que haya violencia después de que se dé a conocer la decisión. ¿Será peor que la que se vivió en ese día en enero del año pasado? ¿Se aceptará como un hecho y se presionará al Congreso para que el aborto sea algo que no dependa de la Suprema Corte?

Antes de seguir hay que enfatizar un elemento: es necesario reprimir el entusiasmo por añadir calificativos a uno u otro grupo o a individuos que pudieran representar a cada grupo. Por divertido que pueda resultar, y todos hemos participado en ello, es una falta de seriedad empezar de esa manera o incluir ese tipo de adiciones. No hay necesidad de calificar a unos como progresistas y a los otros como retrógrados. Al hacer eso cerramos la posibilidad de ir más allá de decir que estamos de acuerdo con un lado y en desacuerdo con el otro, cuando no de mostrar que no podemos ir más allá de pasiones, filias y fobias. Buscamos presentar un análisis serio, objetivo, que ayude a entender por qué existen visiones encontradas y lo que ello implica y puede implicar para la política. Si tomamos partido por uno u otro bando perdemos credibilidad. Asimismo, dejamos en claro que nos importa más valorar que entender, que en el fondo somos mercenarios y que pretendemos saber más de lo que seguramente sabemos. 

Una de las carencias en la educación formal es que no siempre se enfatiza el "por qué". Hay muchas razones para admirar a Platón, siendo una de las mayores el que estaba dispuesto a poner en duda sus propias aseveraciones y a cuestionarse sobre lo que sabía. En nuestro caso, basta considerar preguntas sobre aquello que creemos saber. ¿Estamos seguros que sabemos por qué están en desacuerdo quienes no piensan como nosotros? ¿Estamos seguros que "los otros" son un grupo cohesivo, uno con el que sería difícil, si no es que imposible, entablar un diálogo? ¿Sería imposible o una pérdida de tiempo buscar negociar y llegar a un acuerdo?

En lugar de empezar con calificativos es mejor tratar de entender qué motiva a uno y otro lado, en especial a los individuos que piensan en forma diferente a como pensamos nosotros. Hasta nos podríamos llevar la sorpresa que estemos de acuerdo en algunos puntos. Asimismo, es importante no caer en el juego de "la mayoría debe decidir y la minoría aceptar sin más esa decisión". Si esa es nuestra forma de ver el mundo entonces estamos abriendo las puertas a ignorar a la minoría. Ello resultaría en lo que Tocqueville llamó la "dictadura de la mayoría", esa que tanto temía. ¿Estamos dispuestos a llegar al nivel de negarle el uso de la palabra a quien no piensa como nosotros? ¿Qué les negaríamos después?

Me queda claro que no siempre es posible tratar de entender a quien está en las antípodas o que siempre sea sencillo darle la palabra. Entender lo que motiva a otra persona puede requerir "ponerse en sus zapatos", siendo que hay zapatos que no queremos siquiera probar. Hay límites en cuanto a lo lejos que estemos dispuestos a llegar en eso. Al mismo tiempo, no estamos hablando de casos extremos o de pensar en un drama inexistente, como el de ponernos en los zapatos de alguien que mata a una persona y disuelve el cuerpo en ácido. Sólo estamos tratando de entender a quien no piensa como uno en el tema del aborto.

Digamos que vemos al aborto como una decisión individual, una que atañe principalmente a las mujeres y en que se entiendan y consideren las realidades de las relaciones interpersonales, esas que pueden complicar el que sea una decisión meramente individual. Asimismo, digamos que entendemos que es un tema de salud pública, uno en que la evidencia científica es lo que debe contar para tomar decisiones desde el gobierno. Consideramos que es mejor que exista el acceso al aborto a que no exista. El problema es que no todo individuo tiene por qué ver el mundo desde ese ángulo o desde esa perspectiva, incluso tomando en cuenta la evidencia empírica. Debemos, entonces, considerar una pregunta: ¿por qué alguien estaría en contra de decisiones individuales y de evidencia que sustenta a las políticas públicas de salud? Esto es necesario para saber, en tal caso, cómo defender una decisión basada en la ciencia y no en creencias, ideas, ocurrencias o lo que sea.

Antes de siquiera considerar datos o hechos, sería importante que usáramos la imaginación para considerar posibles situaciones o adivinanzas educadas (también llamadas hipótesis). Podemos considerar el caso de un cristiano convencido que su país, al estar fundado sobre esos valores, no debería aceptar aquello que es contrario al cristianismo. ¿No acaso aparecen esos individuos en los noticieros, y no sólo en los de Estados Unidos, donde podemos escuchar lo que alegan en contra del aborto? Sabemos que existen y lo que piensan. No debería extrañar que, en lo individual y como grupo, vean al aborto como un atentado contra la vida. Por lo mismo, no pueden aceptar que el aborto sea algo disponible "from sea to shinning sea". En principio, se puede pensar que para esos individuos el ser cristiano y el ser pro aborto es una contradicción. Pero, surge nuevamente el problema de ¿estamos seguros que sea así?

Ocurre lo mismo en cuanto a que se vaya a tomar la decisión en la Suprema Corte de anular a Roe. Puede ser demasiado costoso, aunque no el limitar más lo que sea el aborto. Sin embargo, si en efecto la Corte toma la decisión de anular Roe entonces es posible que en algunos estados se tome la decisión de si mantenerlo disponible. Ese mismo individuo contrario al aborto, dados sus valores religiosos, puede aceptar que la decisión sobre si hacer legal el aborto se tome en cada estado y lo prefiera a que se tome la decisión desde el gobierno lejano en Washington, DC. ¿No acaso hemos visto también a cristianos en la TV diciendo que estarían dispuestos a acatar las decisiones que se tomaran en el gobierno estatal si respondieran a la voluntad de la mayoría? A final de cuentas, ese cristiano puede vivir en un estado en que haya más individuos como él o ella y por tanto no tener problemas en sostener su posición. Claro, puede ignorar que los individuos como él o ella sean mayoría en el condado o localidad en que vive, no en el estado. Tal vez si supiera que está equivocado no estaría tan seguro de aceptar la decisión de la mayoría. Sin embargo, existe la posibilidad que sea honesto, aunque termine en el lado perdedor. A final de cuentas, no está condenado a siempre ser parte de la minoría.

Digamos que, por asares del destino, se convoca a una votación en el estado para determinar si se acepta el aborto o no. Si el estado en el que vive vota a favor del aborto entonces puede decidir que es mejor "votar con los pies" (Hirschman 1977) y mudarse a un estado en que no haya aborto. Digamos que se puede ir de California -- a final de cuentas, existen algunas comunidades "conservadoras" en ese estado "liberal" o "azul" -- a Texas -- un estado "conservador" o "rojo" (esto de los colores en ese país no deja de ser irónico ya que los Republicanos, los "rojos" en ese esquema, fueron los promotores del Red Scare). A diferencia de lo que pasa en México, en Estados Unidos es relativamente sencillo mudarse, y de hecho se puede considerar como una tradición el hacerlo varias veces a lo largo de la vida. Existe una válvula de escape y una posibilidad de vivir con quienes comparten sus valores.

En este caso hipotético surge un elemento interesante. Hay un conflicto que surge gracias a lo que ese cristiano espera que haga o no el gobierno, sea nacional, estatal o local. Existen diferentes creencias, preferencias, valores o ideas en cuanto a para qué existe el gobierno, en qué debe o no intervenir y si debo o no obedecerlo cuando las acciones de ese gobierno son contrarias a los valores que dan sentido a mi vida. Asimismo, diferentes individuos están dispuestos a actuar con base en esas creencias, preferencias, valores o ideas. Esto introduce una "segunda dimensión" en el análisis: no es sólo que las creencias religiosas muevan al pensamiento y a la acción, sino también las creencias prácticas sobre el gobierno. No es sólo la religión y los valores que la caracterizan, sino cómo ve el individuo a algo externo con la capacidad de intervenir en sus decisiones que lo llevan a considerar lo que debe y está dispuesto a hacer ante ello. A final de cuentas, puede vivir en un país en que la tolerancia religiosa es absoluta, por decirlo así, pero en que no esté de acuerdo con las intromisiones gubernamentales en ciertas áreas. Lo interesante, cuando no fascinante, es que un cristiano puede ser firme y rígido en sus valores o puede ser firme y flexible en ellos. Asimismo, puede ser contrario a las intervenciones gubernamentales, puede aceptar algunas si están justificadas o puede aceptar esas intervenciones si así lo prefiere una mayoría en ese momento. 

Regresando al cristiano hipotético, lo complicado es que se puede estar convencido de su religión y al mismo tiempo considerar que el aborto debe ser legal bajo ciertas condiciones. Por lo mismo, estaría dispuesto a dar cierto apoyo a "los otros" en contra de "los suyos". No pasaría eso si fuera un cristiano que bajo ninguna circunstancia estaría dispuesto a considerar el aborto. En otras palabras, incluso dentro de un mismo grupo puede haber diferencias en cuanto estar o no a favor del aborto y en cuanto a lo que se considera debe hacer el gobierno. Ante esto, es difícil decir que sólo existe un conflicto entre pro aborto y anti aborto, sino que en los dos campos hay diferentes grupos que no están de acuerdo más allá de algo general, es decir, estar a favor o estar en contra del aborto.

Podemos ir más allá del cristiano hipotético y considerar cristianos, también hipotéticos, que no tienen por qué coincidir en todos los temas. Más que grupos cohesivos y coherentes, debemos considerar que hay variaciones al interior de los grupos. Por lo mismo, lo que parecía una situación de "ellos" (quienes no piensan como nosotros) y "nosotros" puede ser una situación de para algunos temas "ellos" y para otros esos "ellos" que pasan a ser "nosotros". Hay espacio para negociar, al menos entre la ciudadanía, como hay espacio para negociar al interior mismo de la Suprema Corte. Lo que no se entiende es cómo se llega a la conclusión que la propuesta de decisión para ir en contra de Roe ya sea la propuesta definitiva (en el texto se aclara que es la primera versión). Hay al menos cinco razones por las que se debería dudar sobre cómo es que vaya a terminar esto:

  1. Una propuesta no es la decisión final de la Corte, siendo que sus decisiones a veces se mantienen dentro de los parámetros de lo que prefiere la mayoría en el Congreso, y que, aunque fuera la propuesta final, no se tiene que asumir que ya está garantizada la mayoría que la apruebe.
  2. Las decisiones rara vez son por unanimidad (9 a favor, 0 en contra), sino por una mayoría simple (5 a favor, 4 en contra), siendo que las decisiones de quienes se opusieron pueden pasar a ser la base de una decisión posterior que, en tal caso, limite los posibles "excesos" de la decisión inicial (Roe se decidió por 7 votos a favor y 2 en contra).
  3. El que los presidentes, con aprobación del Senado, puedan afectar la composición ideológica de la Corte se traduce en que lo que sería aceptable para una Corte no lo sería, de la misma manera al menos, con otra Corte. Existe una dinámica en este proceso. Un retroceso ahora podría ser un avance en un futuro no distante.
  4. En general, en el sistema judicial se tiene cuidado en cuanto a revertir las decisiones de otro nivel del sistema o de revertir precedentes, a menos que exista una muy buena razón para ello. Sin embargo, también es cierto que existe el problema en cuanto a que no hay una sola forma de interpretar lo que se establece en la Constitución.
  5. Que cause enojo el que la mayoría de la ciudadanía esté a favor del aborto y que algunos de los nueve integrantes de la Corte estén en contra de lo que desea la mayoría ignora el hecho que ni la Constitución de Estados Unidos es un documento pro mayorías ni que la Suprema Corte tenga que representar o respetar lo que desea la mayoría, en especial cuando se ha debatido por décadas si la decisión en Roe v. Wade es realmente una decisión sólida basada en lo que se establece en la Constitución.
  6. Se ha comentado de una división entre quienes se preocupan más de que se haya filtrado el documento ("conservadores", nuevamente) y quienes se preocupan no sólo por las nuevas limitantes o desaparición del aborto, sino las consecuencias negativas que ello tendría sobre otros derechos que se han garantizado lentamente después de Roe, como el matrimonio igualitario (Obergefell v. Hodges de 2015), que, sea dicho de paso, fue una decisión criticada por Thomas y Alito. Lo que no se ha comentado es si una mayoría tiene derecho a imponer sus valores sobre una minoría. El problema no es únicamente acerca de lo que se discute en este caso, sino de los principios fundamentales que deben guiar a la política. ¿Cuándo es que se deben ignorar los principios?

Un elemento que se menciona en esta situación, pero no se considera con el debido cuidado, es la pérdida de un elemento que se resume en un concepto: confianza (trust). En este momento, se considera que en Estados Unidos la ciudadanía desconfía de los representantes del otro partido, como desconfía de sus vecinos que se identifican con el otro partido; hay quienes no confían en los resultados de la elección de 2020, a pesar de toda la evidencia en cuanto a que no hubo fraude y sólo las limitadas irregularidades que se presentan en toda elección; desconfía de las instituciones, como la Suprema Corte; quienes trabajan en las instituciones desconfían de las otras personas con quienes trabajan, sea en el Congreso o en la Suprema Corte. La mentalidad de "búnker" se ha extendido por Estados Unidos. No es sólo la Casa Blanca la que se encuentra rodeada por vallas, sino el Congreso y ahora la Suprema Corte. Hay lo que parece ser una distancia cada vez mayor entre la ciudadanía y quienes la representan. De ahí que el recurso a manifestaciones, marchas y gritos empiece a parecer una mejor solución que los procesos usuales para resolver conflictos.

 

Existen dos elementos curiosos en todo esto. La realidad rara vez es tan sencilla como lo que he descrito. Por una parte, necesitamos datos sólidos y comparativos sobre la confianza. Por otra parte, sería necesario primero leer con cuidado la propuesta de Alito antes de llegar a la conclusión que con ella se acaba el aborto. No sólo eso. ¿Realmente es el caso que la mayoría quiere que se mantenga el aborto tal y como existe hoy en día? Es cierto que la mayoría está a favor de que el aborto sea legal. Sin embargo, como se analiza en un artículo del Pew Reseach Center ("America's Abortion Quandry", disponible en: https://www.pewresearch.org/religion/2022/05/06/americas-abortion-quandary/), la situación dista de ser tan sencilla. Hasta quienes son favorables al aborto son tambien favorables a restricciones al mismo:

Lo que ocurre con el aborto muestra divisiones y tensiones que parecen no poder ser trabajadas por los medios usuales del Congreso, grupos de interés/grupos de presión, y del Congreso y presidencia. En parte, eso no es de extrañar. En una sociedad plural no todos los individuos tienen por qué pensar de la misma manera ni recurrir a las mismas estrategias o medios para garantizar que se escuchen sus voces, en especial si consideran que las consecuencias de no actuar serían graves para la vida política. En parte, sí de es de extrañar porque cada vez los individuos se dividen entre más y más grupos. Llama la atención la aparente intensidad de esas divisiones. Se ha considerado que eso muestra problemas para la viabilidad de una sociedad multicultural en un país tan extenso y poblado como Estados Unidos. Preocupa el que la ciudadanía sienta que el gobierno no la representa y que, por lo mismo, sea mejor recurrir a formas más intensas de participación o incluso a la violencia. La posibilidad de la política, el arte de negociar, se ve como algo cada vez más difícil de alcanzar, no sólo para un tema en particular.

Las tensiones en Estados Unidos han sido un problema creciente con el tema del aborto, tanto así que se habla ya de una división entre estados que serán refugio para mujeres que busquen un aborto (California, por ejemplo) y estados en que algo como la pesadilla de The Handsmaid's Tale de Margaret Atwood pase a ser una realidad (Texas, por ejemplo). Lo extraño es que se podría considerar esa misma división para otros temas.


Antes de aceptar sin más esa realidad de un país más dividido, empero, se debe considerar si una comunidad política puede existir sin divisiones y tensiones que a veces resulten en conflictos abiertos que no deriven en revoluciones. La Guerra Civil en ese país fue una desaparición casi completa de la política, sin que se llegara a ello. El recurso a la violencia, supuestamente el recurso final de los gobiernos para mantener el orden, ha explotado en diferentes regiones y momentos en la historia de ese país. No se puede ignorar que algo del mito reside en la imposición de la justicia por mano propia, no por medios legales o por procesos en que intervenga el gobierno. ¿Es posible que las imágenes de lo que es ese país estén ganando sobre lo que es la realidad? Hasta parece un problema de aquellos que tanto atrajeron la atención de los llamados filósofos presocráticos, ese de la apariencia y la realidad. En tal caso, lo que se vive actualmente y para un tema es una nueva división dentro de la población, no algo excepcional en el país en que se vendió la idea de la excepcionalidad (ver, por ejemplo, Lipset 1996, Hodgson 2009).

Las divisiones han caracterizado a ese país, como a todo país en que no se haya querido imponer la uniformidad, aunque haya acuerdo en cuanto a las reglas del juego. La esclavitud es el ejemplo más claro de las profundas divisiones, como su secuela, el racismo y no sólo contra afroamericanos. Lo que se vive actualmente es parte de una larga historia de la que sólo se pueden cubrir unos cuantos detalles.

La esclavitud no es algo nuevo. Lo que ha cambiado son las justificaciones para ella y los problemas que se deben enfrentar por buscar defender ideas a todas luces contrarias a la esclavitud, como la idea de la libertad. No se puede olvidar que hubo un acuerdo entre los Padres Fundadores para mantener unido al nuevo país, acuerdo que era contrario a los ideales que los motivaban. En el Artículo 1, sección 2, de la entonces nueva Constitución se especificaba que toda persona no libre (¡vaya eufemismo!) contaría como 3/5 de un individuo libre para efectos de representación en el Congreso. Se logró un equilibrio inestable con ello.

La entrada de nuevos estados en la Unión gracias a la compra de territorios o la expansión hacia el oeste se tradujo en la necesidad de mantener un equilibrio entre estados esclavistas y no. La guerra entre México y Estados Unidos por Texas (1846-48) fue parte de ese juego. Como se sabe, los desacuerdos y tensiones debidos a ese tema desembocaron en la Guerra Civil, la derrota del Sur, cambios constitucionales que acababan formalmente con la esclavitud (la enmienda 13 de 1865) y abrían las puertas de la ciudadanía a los antiguos esclavos, la Reconstrucción llevada a cabo desde el Norte. Aquello que parecía abrir una nueva etapa en la vida política fue más una promesa que una realidad.

Como en todo en que hay gente opuesta y creativa, se encontraron formas para evitar que los afroamericanos ejercieran sus derechos, fuera por medios legales (como las llamadas Jim Crow Laws, vigentes entre 1877 y la década del cincuenta del siglo pasado en estados del Sur, sin que el racismo se limitara a esos estados) o por medio de la violencia (linchamientos, por ejemplo, que llegaron a incluir a mexicanos o descendientes de mexicanos). Pasó un siglo, y el asesinato de un presidente (Kennedy en 1963), para que se dieran otros cambios que hicieran realidad lo que se estipulaba en la Constitución. El nuevo presidente, Johnson, aprovechó la crisis causada por el asesinato para pasar legislación que hiciera realidad esos cambios constitucionales, en particular con el Civil Rights Act de 1964 y con cambios en burocracias y políticas relacionadas con el tema. Antes de ello se habían dado pasos en esa dirección, sin que fueran suficientemente sólidos.

La realidad no ha sido tan sencilla de modificar, a pesar de tan buenas intenciones. El racismo en Estados Unidos sigue existiendo, como los discursos que invitan a la violencia (más allá de Trump están personajes como Tucker Carson, de Fox News, ejemplo destacado de ese tipo de discursos). El antisemitismo no ha desaparecido, como no ha desaparecido la sospecha implícita de que ser originario del sur del Río Bravo (Grande allá) es padecer de algún tipo de inferioridad mental o física (la eugenesia tampoco ha desaparecido del todo en el discurso cotidiano). Sin embargo, como ya se comentó, sería un error asumir que lo que se vive actualmente es algo nuevo. En cada década se encuentra al menos un disturbio importante causado por racismo, como en cada año hay al menos una balacera que cause conmoción, sea olvidada y recordada cuando ocurre una nueva. Lo que ocurrió en Buffalo, NY, el sábado 14 de mayo es muestra de ello.

Desde el ataque al Congreso de ese país en enero 6 de 2021 se ha hablado con mayor insistencia sobre la posibilidad de una nueva guerra civil. Es indudable que la polarización ha crecido de tono desde la presidencia de William J. Clinton (1993-2001) y sus conflictos con el líder de la Cámara Baja, Newt Gingrich, y el 104o Congreso (1995-97). Las interacciones entre el poder ejecutivo y el legislativo fueron más acerca de conflictos que de cooperación, algo que se había notado desde años atrás, pero no de esa manera. El que la Suprema Corte decidiera la elección presidencial del 2000 a favor de George W. Bush (2001-09) dejó un mal sabor de boca más allá de los problemas que causaba el activismo judicial, fuera liberal o conservador. ¿Cómo era posible que nueve magistrados (justices) tuvieran la capacidad de oponerse a las decisiones de la mayoría, fuera representada por el titular del poder ejecutivo o por las decisiones del Congreso? Así que ahora ha pasado a ser una modificación de la pregunta: ¿cómo es posible que nueve magistrados puedan oponerse a la opinión de la mayoría en cuanto a la legalidad del aborto?

Cuando la invasión a Irak en 2003, el entonces secretario de la Defensa, Rumslfeld, consideró que no había razón para preocuparse por los desórdenes y violencia que se estaban viviendo por la caída de Sadam Hussein, el antiguo dictador. Su expresión, como tantas otras a las que recurrió, fue lacónica ante quienes dudaban que ese país pudiera llegar a ser una democracia: "It's untidy, and freedom is untidy, and free people are free to make mistakes and commit crimes and do bad things" (ver, por ejemplo, Miller 2003).


VI. Las reglas del juego y sus consecuencias

Es un truismo en la ciencia política decir que las reglas del juego son de gran importancia para explicar acontecimientos y resultados observados. Lo que se puede pasar por alto es que se acepta, al menos en algunas escuelas, que no son las reglas del juego por sí mismas, sino las reglas y los individuos en sus interacciones lo que explican acontecimientos y resultados esperados. Los individuos ocupan diferentes posiciones y tienen acceso a diferentes recursos, por lo que hay agentes que tienen mayor capacidad para afectar los juegos, sin que ello se traduzca en que sean capaces de ganar la mayoría de las veces. Al menos queda claro que el sistema político y el sistema de gobierno en Estados Unidos no están diseñados para ser favorables a un agente. De ahí que temas como el aborto sean tan complejos. Incluso si la Suprema Corte llegara a revertir Roe v. Wade e incluso si el Congreso no actuara para garantizar ese derecho, esto no se traduce en que el juego termine con la decisión que se haya tomado. Cómo se desenvuelva y a qué pueda llegar es entrar en el terreno de la especulación, algo muy divertido y falto de seriedad.

La duda que queda es ¿y todo esto para qué? Para poder comparar y contrastar. Por ejemplo, el presidente en Estados Unidos dista de tener el poder que llega a tener un presidente mexicano en temas de política doméstica. Aunque el Congreso ha delegado poderes al presidente, éste no puede controlar al Congreso, como ocurre en México, incluso cuando la mayoría en las dos cámaras del Congreso pertenece al mismo partido que el presidente. A final de cuentas, los miembros del Congreso tienen un grado de independencia respecto a sus partidos que sería difícil en México (aunque en el Partido Republicano se esté dando una centralización mayor de poder que lo acerca al modelo del PRI en su mejor época, si es que se puede decir mejor) porque deben responder por sus acciones en los distritos y estados que los eligieron. En parte eso se debe a la reelección sin límites, pero no sólo a eso. Deben mostrar que vale la pena seguir votando por ellos. Que los presidentes nominen y el Congreso acepte nominaciones para la Suprema Corte no se traduce en que los magistrados sean dependientes del presidente o del partido del presidente en el sentido que lo es un secretario, el titular de alguna burocracia (incluso con los secretarios hay cierto grado de independencia). Existe una tradición de independencia que ha fortalecido la capacidad de ese tercer poder para actuar en formas que no sean las que quisieran Congreso o presidencia. Eso no se traduce, empero, en que en la Suprema Corte puedan ignorar completamente a los otros dos poderes o a la opinión pública. Incluso existe la situación en que quienes queden al frente de las burocracias, los secretarios, tengan que ser leales tanto al presidente como a los burócratas. No siempre es posible hacer lo que el presidente desea y como lo desea. El secretario de la Tesorería, por ejemplo, debe encontrar un equilibrio entre lo que desea el presidente y lo que consideran viable los integrantes de la burocracia permanente. Los conflictos entre la burocracia permanente y quien está al frente de esa burocracia son usuales y llegan a ser notorios, como en el caso del Pentágono (un civil al frente de militares). Incluso el presidente se enfrenta con un sistema en movimiento, uno al que debe adaptarse y tratar de modificar "al margen", en algunos aspectos y sin poder "empezar de cero", como a veces se pretende en México. Parafraseando como resumía uno de mis profesores en el posgrado, Charles O. Jones (siguiendo a Richard E. Neustadt), la situación del sistema político en su país, el presidente no es la presidencia, la presidencia no es el sistema, el sistema es uno de poderes divididos. ¿Cómo esperar, entonces, que sea posible controlar a la Suprema Corte desde el Congreso o desde la presidencia?

El error más sencillo de cometer en el análisis de la política de ese país es prestar atención a un agente (el presidente, digamos) y a un agente agregado (la presidencia) sin considerar lo que esté ocurriendo con otros agentes importantes, individuales o agregados, para el tema que nos interesa (algún magistrado en la Suprema Corte, por ejemplo). En la política de ese país es necesario aprender a pensar en varios niveles de interacciones y en varios juegos al mismo tiempo. Creer que hay un solo actor importante, como se hace en México, resulta un peor error allá que acá.

¿Qué se puede aprender de esto para México? Algo sencillo. No es que algún presidente llegue a ser un peligro para el país. En tal caso todos lo han sido en diferentes grados porque ninguno es realmente responsable -- hagan lo que hagan la nación no les demandará una respuesta o impondrá un castigo por ese mal comportamiento pues la nación no decide nada -- y porque todos pueden meter mano en lo que hagan los otros poderes. Eso es algo que se debe agradecer al diseño tan pobre de la Constitución de 1917. No, el peligro no reside en presidente alguno, sino en el juego que estructura la Constitución y en el sistema creado a partir de finales de la década del veinte del siglo pasado, ese que sigue vivo a pesar del olor a muerte que lo rodea y que expide. A pesar de ello, el aborto está garantizado, como el matrimonio igualitario, en el país. ¿De qué sirven esas victorias si en lo demás es el caso que el castillo de naipes empieza a colapsar?

 

Bibliografía

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