5/25/2023

¡Vengo en nombre de la estupidez y no los defraudaré! O sobre la opiniología moralizante

A diario puedo reír un rato gracias a la opiniología. No hay momento en que no puedan estar indignados por lo que pasa. Es la catarsis que necesitan, imagino, por estar de regreso a la época del PRI hegemónico, ahora llamado Moreana -- movimiento cuasi religioso al que le falta mucho para ser como ese partido al que busca imitar --. La nuestra es la época de los indignados o de los ilusos. Tal vez sea mejor llamarla la época de la estupidez compartida, esa en que cualquiera tiene algo que decir aunque no tenga algo que decir.

Cuando Dresser, Reyes-Heroles, Silva-Herzog, Elizondo, Woldenberg, et al. son las referencias principales para discutir sobre política sabes que no se discute sobre política sino sobre moralidad en la política -- en pleno siglo XXI --.

En ciencia política se estudia lo que es sin mezclarlo con lo que debería ser. Sí, se parte de una teoría y se busca que los arreglos institucionales promuevan la democracia liberal. De ello no se sigue que se llegue a confundir lo que debería pasar con lo que pasa. El problema con la opiniología es que mezcla lo que debería pasar con lo que pasa. Creer que la Constitución va a detener a López Obrador y su camarilla es ejemplo de esa confusión. Analizar cómo la SCJN ha actuado para que se acate lo mandatado en la Constitución y considerar cómo podría actuar ante un Ejecutivo que ignore sus decisiones es tema de ciencia política. Exigir la renuncia del presidente porque ignora la Constitución es infantilismo.
Parte de lo que se hace en ciencia política es prever, ver a futuro lo que puede suceder a partir de lo que ha sucedido. No es cuestión de especular por el placer de hacerlo. Tampoco es cuestión de ser periodistas glorificados o historiadores mediocres del pasado inmediato y lo más reciente posible. Es cuestión de considerar los escenarios posibles y adviertir sobre los riesgos de los mismos. Esa capacidad de ver a futuro es lo que no van a encontrar con la opiniología, aunque sí las patologías que dañan a la disciplina.
 
 
En la época del PRI hegemónico no violaban la Constitución. Sólo la modificaban para que fuera acorde con la agenda presidencial. De esa manera lo que hubiera violado la Constitución ya no era un problema. Era sencillo evitar conflictos con la SCJN. ¿Era la voluntad de la mayoría cuando las elecciones eran amañadas? Se necesita ser muy iluso para creer eso, que no es tan diferente al roussouniano de Palacio que es la "voluntad general" en sus sueños.
 
El servilismo con tal de mantenerse vivos en la política llegaba a lo ridículo, como no apluadir durante el informe de gobierno para que fuera más rápido y ágil. Ese es un ejemplo trivial y visible de lo que eran capaces de hacer en nombre de la superviviencia política.
En política es más sencillo ser dictador que perder el tiempo en negociaciones. López Obrador no es excepcional en ello, y menos si por todo lo que no se hizo para evitar esta situación él y su camarilla aprovechan las oportunidades. Se pudo modificar la Constitución para reducir el metichismo del gobierno en todo y para crear una situación en que los políticos fueran responsables ante la ciudadanía. No se hizo porque había democarcia electoral. No se hizo una reforma al sistema de gobierno, autoritario en la época de la democratización.
 
Que me disguste lo que se vive es irrelevante. Se estudia lo que es y no lo que me gustaría que fuera, como esa lloradera por la "democracia mexicana", la que dejó de lado a millones y no dejó muy convencidos a quienes lo estuvieron. Lo importante es saber por qué se llegó a esta situación y olvidar las arengas moralinas y de indignación. En mucho se debe a la ilusión que México era una democracia gracias al entusiasmo de románticos trasnochados en la academia que no entendieron lo mínimo sobre los arreglos institucionales y a políticos a quienes no les convenía cambiar esos arreglos.

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